Alrededor de Mario Benedetti no sólo había lectores apasionados: había quienes veneraban su palabra, su forma de ver al mundo y la realidad social y política, pero también su manera de contar el amor y hasta el desamor.
Un escritor que le cantó a la vida como pocos y respetó su conciencia como nadie, pero que, luego de muchos años de lucha, sucumbió a la única certeza en la vida, paradójicamente, la muerte: el poeta y novelista murió ayer en Montevideo a la edad de 88 años; estaba en su domicilio de la capital uruguaya al momento de fallecer.
“Los sueños son pequeñas muertes/tramoyas anticipos simulacros de muerte/el despertar en cambio nos parece /una resurrección y por las dudas/olvidamos cuantos antes lo soñado”, escribió en La vida, ese paréntesis.
Nacido el 14 de septiembre de 1920, en Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó, Uruguay, Mario Benedetti fue un escritor que hizo de la ética un arma para abrirse paso en la vida, prácticamente desde sus años de infancia, cuando las dificultades económicas le impidieron seguir con sus estudios —sólo alcanzó a cursar un año de secundaria— y tuvo que compaginar los estudios con el trabajo.
Eso sucedió a los 14 años de edad, en un taller de repuestos de automóvil, la primera de una serie de actividades a las que habría de dedicarse antes de entregarse de lleno a la escritura: taquígrafo, cajero, vendedor, librero, periodista, traductor, empleado público y comercial.
Oficios que le permitieron acercarse a la realidad social de su país, lo que fue determinante a la hora de modelar su estilo y la esencia de su escritura, reflejada en títulos como supusieron un contacto con la realidad social de Uruguay que fue determinante a la hora de modelar su estilo y la esencia de su escritura.
Entre 1938 y 1941 residió en Buenos Aires y en 1945 ingresó en el semanario Marcha como redactor y publicó su primer libro, La víspera indeleble, con lo cual se inició una larga trayectoria con más de 80 publicaciones, entre novelas, ensayos, cuentos y poemarios, en las que se refleja el compromiso social y la coherencia de alguien que creyó “en la vida y en el amor, en la ética y en todas esas cosas tan fuera de moda”.
Días de exilio
En la década de los cincuenta aparecieron algunos de los que son considerados sus títulos más representativos, como Esta mañana y otros cuentos, Poemas de oficina, Ida y vuelta y La tregua, tiempo en el cual también comenzó a implicarse de forma destacada en las protestas contra el tratado militar de Uruguay con Estados Unidos.
En los setenta desarrolló una intensa actividad política, como dirigente del Movimiento 26 de Marzo, del que fue cofundador en 1971; con el golpe militar de 1973 renunció a su cargo universitario y se exilió, primero en Argentina y después en Perú, donde fue detenido, deportado y amnistiado.
Se instaló en Cuba en 1976 y un año más tarde se trasladó a Madrid, donde permaneció hasta 1985, cuando, al término de la dictadura uruguaya, puso fin a doce años de exilio, época en la que publicó libros como Letras del continente mestizo, El escritor latinoamericano y la revolución posible y Con y sin nostalgia.
Benedetti padecía un delicado estado de salud desde hace varias semanas, apenas el pasado 6 de mayo había sido dado de alta luego de 12 días internado en un hospital de Montevideo por problemas intestinales.
En ese momento el escritor, según las fuentes médicas, se encontraba “lúcido y estable” por lo que no necesitaba mayores cuidados. Benedetti se encontraba trabajando en un nuevo libro de poesía cuyo título provisional era Biografía para encontrarme.
Para Mario Benedetti, la poesía es “un altillo de almas”, un “tragaluz para la utopía” y “un drenaje de la vida/ que enseña a no temer a la muerte”; quizá por ello, Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Pedro Guerra, Rosa León, Juan Diego o Nacha Guevara fueron algunos de los cantautores que le pusieron música a los versos del uruguayo.
Galardonado en 1999 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y en 2005 con el Internacional Menéndez Pelayo, Benedetti abordó todos los géneros literarios, en los que reflejó una mirada crítica de izquierdas que le llevaría al exilio y a ser, hasta sus últimos días, una de las conciencias literarias más importantes en lengua española.
Su último viaje a México
Es octubre de 1997: Mario Benedetti llegaba al Palacio de Bellas Artes a compartir su historia transformada en poesía. Sobrecupo al interior del recinto, en los pasillos se acomodaba la gente, en especial jóvenes; más de mil 200 personas adentro, aunque afuera se sumaba una cantidad similar: aquellos a quienes no les importó soportar el mal tiempo, ni el caos urbano con tal de ver y escuchar al uruguayo, aunque fuera a través de pantallas.
Tarde-noche para quedarse en la memoria, en particular ahora que llega la noticia de su partida, porque aquel día el poeta demostró la fuerza de su presencia entre los lectores mexicanos, que no sólo eran apasionados de su obra… lo veneraban.
En el libro Mario Benedetti. Un mito discretísimo (Alfaguara, 2008), Hortensia Campanella recupera un accidente de aquella visita de Benedetti a México, contado por Sealtiel Alatriste: “Un autobús, al girar en una esquina se subió a la acera, y le dio un golpe que lo tiró al suelo. Fue leve, pero la situación le produjo un ataque de asma del que sólo salió después de ir a un hospital donde le inyectaron cortisona”.
No precisamente por el accidente, pero después de aquel viaje, el poeta ya no regresó a México.
Con los jóvenes
¿Qué les queda por probar a losjóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿Sólo graffiti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros
¿qué les queda por probar a losjóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barrasbravas?
les queda respirar / abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con lamuerte
esa loca de atar y desatar
(Fragmento)
Milenio.com
Un escritor que le cantó a la vida como pocos y respetó su conciencia como nadie, pero que, luego de muchos años de lucha, sucumbió a la única certeza en la vida, paradójicamente, la muerte: el poeta y novelista murió ayer en Montevideo a la edad de 88 años; estaba en su domicilio de la capital uruguaya al momento de fallecer.
“Los sueños son pequeñas muertes/tramoyas anticipos simulacros de muerte/el despertar en cambio nos parece /una resurrección y por las dudas/olvidamos cuantos antes lo soñado”, escribió en La vida, ese paréntesis.
Nacido el 14 de septiembre de 1920, en Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó, Uruguay, Mario Benedetti fue un escritor que hizo de la ética un arma para abrirse paso en la vida, prácticamente desde sus años de infancia, cuando las dificultades económicas le impidieron seguir con sus estudios —sólo alcanzó a cursar un año de secundaria— y tuvo que compaginar los estudios con el trabajo.
Eso sucedió a los 14 años de edad, en un taller de repuestos de automóvil, la primera de una serie de actividades a las que habría de dedicarse antes de entregarse de lleno a la escritura: taquígrafo, cajero, vendedor, librero, periodista, traductor, empleado público y comercial.
Oficios que le permitieron acercarse a la realidad social de su país, lo que fue determinante a la hora de modelar su estilo y la esencia de su escritura, reflejada en títulos como supusieron un contacto con la realidad social de Uruguay que fue determinante a la hora de modelar su estilo y la esencia de su escritura.
Entre 1938 y 1941 residió en Buenos Aires y en 1945 ingresó en el semanario Marcha como redactor y publicó su primer libro, La víspera indeleble, con lo cual se inició una larga trayectoria con más de 80 publicaciones, entre novelas, ensayos, cuentos y poemarios, en las que se refleja el compromiso social y la coherencia de alguien que creyó “en la vida y en el amor, en la ética y en todas esas cosas tan fuera de moda”.
Días de exilio
En la década de los cincuenta aparecieron algunos de los que son considerados sus títulos más representativos, como Esta mañana y otros cuentos, Poemas de oficina, Ida y vuelta y La tregua, tiempo en el cual también comenzó a implicarse de forma destacada en las protestas contra el tratado militar de Uruguay con Estados Unidos.
En los setenta desarrolló una intensa actividad política, como dirigente del Movimiento 26 de Marzo, del que fue cofundador en 1971; con el golpe militar de 1973 renunció a su cargo universitario y se exilió, primero en Argentina y después en Perú, donde fue detenido, deportado y amnistiado.
Se instaló en Cuba en 1976 y un año más tarde se trasladó a Madrid, donde permaneció hasta 1985, cuando, al término de la dictadura uruguaya, puso fin a doce años de exilio, época en la que publicó libros como Letras del continente mestizo, El escritor latinoamericano y la revolución posible y Con y sin nostalgia.
Benedetti padecía un delicado estado de salud desde hace varias semanas, apenas el pasado 6 de mayo había sido dado de alta luego de 12 días internado en un hospital de Montevideo por problemas intestinales.
En ese momento el escritor, según las fuentes médicas, se encontraba “lúcido y estable” por lo que no necesitaba mayores cuidados. Benedetti se encontraba trabajando en un nuevo libro de poesía cuyo título provisional era Biografía para encontrarme.
Para Mario Benedetti, la poesía es “un altillo de almas”, un “tragaluz para la utopía” y “un drenaje de la vida/ que enseña a no temer a la muerte”; quizá por ello, Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Pedro Guerra, Rosa León, Juan Diego o Nacha Guevara fueron algunos de los cantautores que le pusieron música a los versos del uruguayo.
Galardonado en 1999 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y en 2005 con el Internacional Menéndez Pelayo, Benedetti abordó todos los géneros literarios, en los que reflejó una mirada crítica de izquierdas que le llevaría al exilio y a ser, hasta sus últimos días, una de las conciencias literarias más importantes en lengua española.
Su último viaje a México
Es octubre de 1997: Mario Benedetti llegaba al Palacio de Bellas Artes a compartir su historia transformada en poesía. Sobrecupo al interior del recinto, en los pasillos se acomodaba la gente, en especial jóvenes; más de mil 200 personas adentro, aunque afuera se sumaba una cantidad similar: aquellos a quienes no les importó soportar el mal tiempo, ni el caos urbano con tal de ver y escuchar al uruguayo, aunque fuera a través de pantallas.
Tarde-noche para quedarse en la memoria, en particular ahora que llega la noticia de su partida, porque aquel día el poeta demostró la fuerza de su presencia entre los lectores mexicanos, que no sólo eran apasionados de su obra… lo veneraban.
En el libro Mario Benedetti. Un mito discretísimo (Alfaguara, 2008), Hortensia Campanella recupera un accidente de aquella visita de Benedetti a México, contado por Sealtiel Alatriste: “Un autobús, al girar en una esquina se subió a la acera, y le dio un golpe que lo tiró al suelo. Fue leve, pero la situación le produjo un ataque de asma del que sólo salió después de ir a un hospital donde le inyectaron cortisona”.
No precisamente por el accidente, pero después de aquel viaje, el poeta ya no regresó a México.
Con los jóvenes
¿Qué les queda por probar a losjóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿Sólo graffiti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros
¿qué les queda por probar a losjóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barrasbravas?
les queda respirar / abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con lamuerte
esa loca de atar y desatar
(Fragmento)
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