viernes, 29 de mayo de 2009

El asesino de Víctor Jara dice que "cumplió órdenes"


Un albañil de la construcción es quien finalmente ha aportado luz sobre el asesinato del cantautor chileno Víctor Jara. A José Paredes el golpe de Estado le pilló haciendo la mili y en su calidad de soldado de reemplazo, debió según asegura "obedecer la orden de rematar" al autor de Te recuerdo Amanda.
Paredes, de 55 años, permaneció en silencio durante los casi 36 años que han transcurrido desde que Jara fuera arrestado el 12 de septiembre de 1973 y llevado al Estadio Chile, el recinto deportivo levantado en el centro de Santiago que los militares convirtieron en un improvisado lugar de detención y torturas.
Se estima que unas 5.600 personas pasaron por ese estadio, rebautizado hace algún tiempo con el nombre de Víctor Jara, y al menos 12 fueron asesinadas. Hasta ahora, todos los procesos abiertos por estas muertes habían caído en saco roto, debido a la nula cooperación del Ejército en entregar los nombres de quienes estuvieron a cargo del recinto y la falta de pruebas.
Pero una exhaustiva investigación judicial permitió dar con los soldados que, tras el golpe, fueron destinados al Estadio Chile. Diversos interrogatorios arrojaron el nombre de José Paredes, quien el martes fue procesado como autor material de matar al cantante chileno más emblemático.
De presunto torturador a obrero de la construcción
Paredes, casado y padre de dos hijos, vivía en el momento de su arresto en un pueblo de la costa chilena, a unos 130 kilómetros de la capital. Al terminar su periodo como soldado, retornó a la vida civil y desde entonces se ha ganado la vida como obrero de la construcción.
El acusado se ha defendido ante la prensa aduciendo que él era un simple "mandado" y que, si realmente se quiere depurar responsabilidades por aquel crimen, "se debe buscar a los altos mandos".
El abogado de la familia Jara, Nelson Caucoto, asegura a Público que tanto él como la viuda del cantautor, la británica Joan Turner, tienen sentimientos encontrados frente a los últimos acontecimientos: "En varios casos de derechos humanos los soldados son quienes han aportado la llave maestra para esclarecer las causas de muerte, pero cargar toda la responsabilidad en ellos no es justo, porque en muchos casos han sido involuntarios ejecutores materiales".
Respecto al largo silencio de Paredes, Caucoto dice: "Eso es algo muy personal y muy subjetivo, nosotros tenemos una mirada benévola sobre ellos y no se les puede culpar por haber intentado dar la vuelta a la página de sus vidas anteriores, ya que muchas veces hicieron algo sin estar de acuerdo y por simple accidente de la vida".
Caucoto incluso espera que Paredes no reciba sentencia. Debido a la falta de recursos, Paredes ha tenido que renunciar a los servicios de abogados privados, algunos convertidos en verdaderos expertos en estos procesos heredados de la dictadura.
Paredes reconoció a Jara
El juez especial, Juan Eduardo Fuentes, ha ordenado el secreto del sumario aunque fuentes cercanas a la investigación aseguraron a Público que la primera confesión de Paredes afirma que llegó al Estadio Chile en la madrugada del 11 de septiembre de 1973, procedente de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes, donde desde abril de ese año realizaba el servicio militar obligatorio.
Una vez en el centro de detención, a Paredes le tocó estar de centinela en los vestuarios a donde llegó un subteniente que no conocía con varios detenidos "en muy mal estado". El asesino confeso de Víctor Jara asegura en su declaración que reconoció al cantautor y también al entonces director de la Gendarmería, Litre Quiroga. Ambos fueron colocados contra la pared, momento en el que ese subteniente comenzó a jugar a la ruleta rusa con su revólver en la cabeza de Jara. Afirma que así recibió el primer disparo mortal. Poco después, Paredes recibió la orden de, junto a otros soldados, descargar sus fusiles de ráfaga sobre el cantautor y los otros detenidos.
Paredes explicó a la prensa que "jamás" ha contado a nadie este episodio de su vida, ni siquiera a su esposa. Delante del juez intentó justificar algunas imprecisiones de su relato, apelando a que sus recuerdos están confusos debido a que durante esos días recibió medicamentos para mantenerse despierto y a que ni soldados ni prisioneros recibían alimentos. Hasta el martes, el único inculpado por este caso era el comandante César Manríquez, jefe del improvisado campo de prisioneros.
Publico

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