Caricatura editorial de Clay Bennet.
Por Isaac Rosa“Este test servirá para asegurarnos de que la banca tiene capital suficiente para seguir prestando en un mercado difícil” -Timothy Geithner, secretario del Tesoro de EEUU-.
Podemos estar tranquilos: los principales bancos norteamericanos están preparados para lo que venga. Las autoridades económicas los han sometido esta semana a una prueba de resistencia, y así han calculado cuánto dinero más necesitan para pasar calentitos el invierno, por frío que sea. Apenas 75.000 milloncillos de dólares. Una minucia. Dicen que van a buscarlos en el capital privado, pero para que no se agobien, ya les ha dicho el gobierno que si hace falta se lo adelanta.
Lo de la prueba de resistencia -stress test en inglés- recuerda a esos sillones de Ikea a los que una máquina golpea sin piedad para simular el efecto de alguien sentándose durante años, y así comprobar lo que aguantan. Pero en realidad se parece más a las pruebas de esfuerzo de los deportistas: someter el organismo a una situación exigente, para ver cómo reacciona, y prevenir infartos. De la misma forma, las autoridades han jugado con los bancos a imaginar escenarios económicos catastróficos, para ver si los aguantarían.
A mí me parece muy buena idea. Está bien eso de ser previsor, ponerse en lo peor, para ahorrarnos sustos futuros. La pena es que sólo lo hagan con los bancos. A los trabajadores, por ejemplo, nadie nos hizo una prueba de resistencia hace años, cuando no había nubarrones en el horizonte y parecía que sólo nos podía ir mejor. Tampoco se nos ocurrió a nosotros hacérnosla. Nos habría venido bien comprobar qué tal soportaría nuestra economía casera un escenario de paro, recesión e incertidumbre. Pero no lo hicimos, y así nos va, cada vez más morosos con la cuenta bancaria infartada.
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