sábado, 30 de mayo de 2015

Política exterior cubana en Salud: una aproximación a una experiencia sui-generis.

Médicos cubanos en Africa. Foto: Enrique Ubieta.


Por Daynet Rodríguez Sotomayor

Cuando el pasado mes de octubre se daba a conocer que el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, pedía en llamada telefónica al presidente cubano Raúl Castro la especial colaboración de la isla para combatir la epidemia de Ébola en el África Occidental, y días más tarde salían las primeras brigadas destinadas a Liberia, Guinea Conakry y Sierra Leona, el mundo tenía ante sí una muestra de solidaridad y altruismo de la Revolución cubana, que muchos, sobre todo enemigos de este proyecto social, todavía no alcanzan a entender. En el caso de esta epidemia, si bien casi instantáneamente se recibieron declaraciones de reconocimiento de amigos y adversarios, como las del secretario de Estado de Estados Unidos, John F. Kerry, quien elogió el «coraje de todo profesional médico que está asumiendo este desafío», e hizo una alusión breve a la contribución de Cuba (1), o las opiniones del diario estadounidense The New York Times cuando publicó que «Cuba ha enviado médicos y enfermeros a zonas de desastre durante décadas. Luego del huracán Katrina en 2005, el Gobierno en La Habana ofreció enviar equipos médicos para atender heridos en Nueva Orleans. Líderes estadounidenses rechazaron ese ofrecimiento. Pero se alegraron al oír, en días recientes, que Cuba estuviera movilizando un grupo para misiones en Sierra Leona, Liberia y Guinea» (2), desde esa esquina ideológica se suele reducir la solidaridad cubana en materia de salud (y en cualquier otra materia) a una acción de diplomacia médica que busca mejorar la imagen de Cuba en derechos humanos; y a nuestros médicos, como simples activos en el mercado de valores.

De ahí que una pregunta siga siendo pertinente y esencial: ¿Por qué y para qué Cuba envía médicos al exterior?

En primer lugar,  como no pudo dejar de reconocer The New York Times, la decisión de enviar al personal de salud a África no es nada nueva: es la continuidad de una tradición iniciada por aquel primer destacamento médico en Argelia y que luego se prolongaría con la ayuda a los movimientos de liberación nacional, y más acá en el tiempo, con la reactivación de la solidaridad médica tras el desastre dejado por el huracán Mitch en Centroamérica y la creación del destacamento Henry Reeve para brindar ayuda a Nueva Orleáns, luego del huracán Katrina.

En aquel entonces, el Comandante en Jefe Fidel Castro recordaba: “Ni una sola vez, a lo largo de su abnegada historia revolucionaria, nuestro pueblo dejó de ofrecer su ayuda médica solidaria en caso de catástrofes a otros pueblos que la requirieran, sin importar cuán abismales eran las diferencias ideológicas y políticas, o las graves ofensas recibidas de los gobiernos de cualquier país” (3).

“Nuestros conceptos sobre la condición humana de otros pueblos y el deber de la hermandad y la solidaridad jamás fueron ni serán traicionados. Decenas de miles de médicos y profesionales de la salud cubanos esparcidos por el mundo son testimonio irrebatible de lo que afirmo.  Para ellos no existirán jamás barreras idiomáticas, sacrificio, peligros u obstáculos. Se han cumplido ya 43 años desde que Cuba envió la primera brigada médica a Argelia, recién liberada del colonialismo tras heroica lucha por la independencia” (4), decía Fidel en aquella oportunidad.

Es decir, en un primer nivel de análisis, el internacionalismo específicamente médico puede explicarse desde un principio general, fundamental y clave de la política exterior cubana: el internacionalismo y la solidaridad entre los estados y pueblos, que también se rige por otros  pilares contenidos en el Derecho Internacional, como el Respeto a la soberanía, la independencia y la integridad territorial de los Estados, la Autodeterminación de los pueblos, la Igualdad soberana de los Estados y los pueblos, el Derecho a la cooperación internacional en beneficio e interés mutuo, equitativo entre los Estados, las Relaciones pacíficas entre los Estados y demás preceptos consagrados, recogidos en la Carta de la ONU.

Así, se han enviado cooperantes de la salud a lugares con un régimen político diferente al nuestro, e incluso, a países sin relaciones diplomáticas con Cuba. Dos casos, en diferentes momentos, pueden ser paradigmáticos: la ayuda enviada a la Nicaragua del dictador Somoza tras el terremoto de 1972; y el de Honduras, adonde en 1999 llegó una brigada luego del huracán Mitch y con cuyo gobierno tampoco se tenían relaciones.

Pero en un segundo nivel de análisis, los fundamentos que sostienen la solidaridad médica –que son los mismos que sostienen nuestra política exterior–, hay que buscarlos en la ética y el humanismo de la Revolución, para la cual nada es más importante que la vida de un ser humano, deudora de cuantos han brindado su ayuda solidaria a las luchas de varias generaciones de cubanos. Es la ética martiana que entiende que Patria es Humanidad, y fidelista, que nos recuerda que “ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad. Quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo” (5). Es también la ética guevariana que parafraseando a Martí habla de sentir en la mejilla propia cualquier dolor causado en una mejilla ajena. Y es, en resumen, entender que sin injerencias ni irrespetos, las fronteras solidarias de Cuba acaban donde se necesite sanar cualquier dolor, a diferencia de las fronteras hegemónicas e imperialistas que terminan donde los tentáculos de las trasnacionales. Dos modos de ver la solidaridad y la cooperación que responden, en definitiva, a dos modelos ideológicos para comprender el mundo: socialismo y el capitalismo.

El escritor y filósofo cubano Enrique Ubieta, que ha testimoniado algunas de las más importantes misiones médicas cubanas de los últimos años, lo explica así en su libro La Utopía rearmada: “Cuba se enorgullece de contar con una tradición internacionalista de dos siglos: el que recibimos en nuestras luchas decimonónicas por la independencia –y cuyo más alto exponente es el general de origen dominicano Máximo Gómez– y el que consagra en su prédica y su acción fundadora José Martí, para quien Patria es humanidad” (6).