domingo, 20 de febrero de 2011

Sol Linares: «Escribir es un ejercicio de libertad»

Aquí les dejo una entrevista, tomada de La Jiribilla, con la escritora venezolana Sol Linares, ganadora del Premio Latinoamericano ALBA Narrativa 2010 con la novela Percusión y Tomate. Un texto que desde que cayó en mis manos el viernes en la Feria no he podido parar de leer: escritura fluida, descarnada, fresca; una mirada femenina inteligente; algunas poderosas imágenes literarias, y casi todos los ingredientes que pido para una buena novela. Conozcan a la autora...

Por Marianela González. La Jiribilla

Si Sol Linares pudiera escribir una gran novela, llama gran novela a un virtuosismo muy clasic-post, algo así como una máquina de hacer helados de coco, que incluya dos puños de boxeo mecánicos para inmovilizarnos la moral y que no tenga nada que ver, por supuesto, con temas policíacos, escribiría, por ejemplo, sobre el hambre de una muchacha que se come los pimentones crudos, que delira por los tomates cherry, le agregaría una pasión excesiva por el merengue y le llamaría, lógicamente, Babela, su Lolita latinoamericana. Sería una novela breve, como esta que arde en mis manos y que no puedo soltar: Percusión y tomate. Acaba de ser publicada en Cuba al cuidado de la Editorial Arte y Literatura, justo un año después que los escritores Luis Britto (Venezuela), Luis López Nieves (Puerto Rico) y Francisco López Sacha (Cuba) le concedieran, por unanimidad, el Premio del Primer Concurso Latinoamericano de Novela Alba Narrativa 2010.
Esta Sol (1978) alumbró por primera vez Skuke, una pequeña localidad de Trujillo, en Venezuela. Escribe cuentos y con ellos ha conocido lauros. También concibe poemas, aunque aún solo sean sus pequeñas criaturas de silencio. Y ha escrito esta novela, la primera. Con ella ha vuelto a ganar un premio; pero, lo más importante, ha conocido la libertad. Escuchen como lo cuenta, en esta “contraentrevista” que no es más que fragmentos de una charla en la acera: una doble búsqueda de respuestas entre una escritora y yo, su “primera crítica”.

Frecuentemente, como lectora, siento en la mayoría de las obras escritas por jóvenes narradores latinoamericanos la intención de contar la historia ocultando las estrategias, las costuras —y quizá sea eso lo “correcto”—; pero tú no solo las expones, incluso las arriesgas a nuestra valoración: en Percusión y tomate, el lector acompaña la construcción de los personajes y de sus situaciones, la evolución de la novela misma. Eso se ha hecho muchas veces, claro; pero tu mirada sorprende por el desprejuicio, la transparencia. ¿Qué opinión tienes sobre eso, en un continente que aún estremece a sus lectores y autores con la estela de Borges, de Cortázar?
Existe Sol antes y después de Caperucita, el personaje de la novela. Descubrí con ella el gran placer de escribir, sin llegar siquiera con ningún canon, sin adaptarme a una escuela y ni siquiera seguirla. Tenemos grandes escuelas literarias en Latinoamérica; pero ellas se forman en ti, no tienes que imitarlas necesariamente. Como escritor, quizá seas una prolongación elemental de ellas; pero hay un momento muy auténtico. Esa intimidad la viví con Percusión y tomate. La libertad del lenguaje, la asociación de imágenes que quizá no tenían que ver una con la otra… me dio tanto placer escribir esa novela y creo que es una de las cosas que el lector siente. Es un llamamiento a todos los discursos. Como dices, mucha gente ha estado escribiendo así, muy bien; pero hablo de Sol y de su momento con la literatura. Una novela es una postura ante muchas cosas y esta me permitió hasta filosofar un poco sobre lo femenino, sobre el hombre, sobre la posmodernidad…

… sobre la literatura misma.
Especialmente, sobre la literatura. Me dio un espacio para crear, independientemente de que a veces parezca una novela filosófica. No me parece una novela pretensiosa: me parece una novela transparente en lo que sus discursos evocan y me alegra advertir que también lo sentiste, como lectora.

Los personajes están a la altura de la novela, ni más ni menos.
Pienso en eso y reflexiono un poco sobre ese nuevo antihéroe de la literatura que a veces se nos semeja a la picaresca española, es muy posmoderno: es este personaje que está colgado, que no le llaman mucho la atención la vida ni la muerte, es una especie de conformidad o de estancamiento, como la mayoría de los personajes de Percusión y tomate. Se me dieron de esta forma porque así me permitían pensar la realidad desde la miseria que causa un mundo globalizado, sin pretender que la novela sea política.

Hace un rato hablábamos sobre “lo hermoso y peligroso” de que exista una Latinoamérica mágica, ficcionada o literaria, y una real, a veces aterradora. Decía el conferenciante que cuando se tocan, aun sin confundirse, es quizá cuando resulta más provechoso el ejercicio de escribirla y vivirla…
Me sucede algo en un nivel muy personal. Cuando logro divertirme con lo que hago, las cosas me salen bien. Cuando Sol no se divierte, escribe muy forzado. Incluso, cuando un pensamiento filosófico se me da de una forma divertida, logro sostenerlo y desarrollarlo; cuando me divierto con filósofos, logro asimilarlo. También el lector puede percibir eso. Creo que es el principio de toda reflexión transformadora.

¿Qué ocurre con los poemas?
Escribir es un ejercicio de libertad; pero no hago poesía con frecuencia. La respeto mucho y respeto mucho a los poetas, creo que no se me da muy bien.

Sin embargo, por estos días has leído tus poemas junto con poetas como Roberto Sosa, como la cubana Marilyn Bobes, ¿qué sentiste?
A veces me sentí como fuera de lugar y, de hecho, no leeré más. No obstante, debo confesar que compartir ese espacio fue liberador, aunque difícil. Me ha hecho pensar en que quizá no escriba poesía por algún complejo…

No dejas de hablar de libertad, parece ser un concepto importante para ti. Creo que en los poemas que has leído estos días se advierte, quizá con más claridad que en la novela, tu noción sobre la libertad: humana, romántica y política.
Así es. ¿Ves?, ¡esto es una contraentrevista! [Ríe] La libertad de escribir encarna el signo de la autenticidad. Librar lo que puedo pensar sin esquemas y sin querer pretender nada, que las cosas salgan como se revelan en la escritura. Percusión y tomate es un momento poético. Se me ocurrió el título un día, y la novela entera vino como una cascada. Así como el lector comienza a leerla y no se detiene más, no pude parar de escribirla. Si la cohíbo, si le pongo normas o la cargo de cosas, habría sido otra cosa. La novela fue corregida por Daniel Díaz con pulcritud. Ese es un trabajo muy serio: hasta la libertad debe ser corregida, en algunos casos.

¿Percusión y tomate es tu primera novela?
Sí.

¿Antes? ¿Después?
Antes, escribí un libro de relatos, Cuentafarsas, que ganó un concurso nacional. Con el cuento soy más pletórica. Después de esta novela estoy experimentando con lo que me inspiren también otros escritores, porque el momento de inspiración en la literatura no es solo individual: en el contacto con los demás nos motivamos todo el tiempo. Con el cuento, estoy probando cosas que vienen dadas de ese contacto. Raúl Aguiar, por ejemplo, un escritor formidable que ustedes tienen, leyó ayer un cuento en que el personaje se comía las piernas de una calavera. Me parece un escritor extraordinario y me sorprendió mucho percatarme, en esa lectura, de que venimos haciendo cosas que nos conectan. Por eso hablé de lo abismada y contenta que me tiene este encuentro1, pues es como darle rostro a lo que estamos haciendo los jóvenes escritores de Latinoamérica.

¿Te sorprendió el Premio Alba Narrativa?
¡Me sorprendió hasta físicamente! Cuando recibí la noticia, estaba limpiando la poceta de mi casa: como siempre, jabón, cloro y la idea de que no iba a ganar dándome vueltas. ¿Cómo iba a ganar, decía yo, si seguro estaba compitiendo con grandes escritores latinoamericanos? Y así era. Ya sabemos que la literatura latinoamericana tiene su larga trayectoria y que nuestros autores son duros contendientes. Sin embargo, en el fondo, confiaba mucho en Percusión y tomate. La leía mientras esperaba el resultado y me decía: ¿por qué no, si es una buena novela?

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