viernes, 18 de febrero de 2011

El presupuesto de Obama congelará a los pobres


Por Amy Goodman

Esta semana, el Presidente Barack Obama hizo público su presupuesto para 2012 y orgulloso, pronunció las siguientes palabras: “Pedí que se congelara el gasto interno anual en los próximos cinco años. Este congelamiento reduciría el déficit en más de 400.000 millones de dólares durante la próxima década y llevaría este tipo de gasto –el gasto discrecional nacional- al menor nivel de nuestra economía desde la presidencia de Dwight Eisenhower”.
Presten atención a la palabra “congelar”. Eso es precisamente lo que podría sucederle a mucha gente si este presupuesto es aprobado tal cual fue propuesto. Mientras el gasto de defensa aumenta, luego de que el Pentágono realizara su mayor pedido de financiamiento desde la Segunda Guerra Mundial, el presupuesto propone recortar a la mitad el programa denominado Programa de Asistencia Energética a Hogares de Bajos Ingresos (LIHEAP, por sus siglas en inglés).
El programa LIHEAP ofrece fondos federales a los estados para que éstos puedan ayudar económicamente a hogares de bajos ingresos y así satisfacer sus necesidades energéticas, principalmente calefacción. La mayoría de los beneficiarios de este programa son personas de la tercera edad o discapacitados. El programa tiene actualmente un financiamiento de 5.000 millones de dólares y Obama está pidiendo que se reduzca a 2.570 millones –casi la mitad-. Es un programa de vida o muerte porque literalmente puede evitar que la gente se muera de frío y representa menos de la décima parte del 1 por ciento del presupuesto anual de 3,7 billones de dólares que fue presentado.
Comparemos esta cifra con el presupuesto militar. “Gasto de defensa” es una denominación incorrecta. Hasta 1947-48, el nombre oficial del Pentágono era (correctamente) Departamento de Guerra. En el presupuesto dado a conocer el Día de San Valentín, el Departamento de Defensa solicita 553.000 millones de dólares como presupuesto base, más un aumento de 22.000 millones con respecto a la asignación presupuestaria de 2010. La Casa Blanca solicitó lo que denomina “78.000 millones” en recortes, que el Secretario de Defensa Robert Gates está considerando. Pero como señala el Institute for Policy Studies: “El Departamento de Defensa habla de recortar su propio presupuesto –78.000 millones en cinco años- y la mayoría de los medios toma esto al pie de la letra, pero no debería hacerlo. El Pentágono sigue con la costumbre de planificar aumentos ambiciosos, para luego bajarlos y denominarlos recortes”.
El presupuesto de 553.000 millones de dólares del Pentágono ni siquiera incluye los gastos de guerra. Para mérito de Obama, los mismos están de hecho en el presupuesto. Recuerden cuando el Presidente George W. Bush se refirió varias veces a los gastos como necesidades de “emergencia” y presionó al Congreso para que aprobara fondos complementarios por fuera del proceso presupuestario habitual. Sin embargo, el gobierno de Obama dio a las guerras de Irak, Afganistán y Pakistán el apodo orwelliano de “Operaciones de contingencia en el extranjero” y solicita 118.000 millones de dólares. Si sumamos a esto los 55.000 millones para el Programa Nacional de Inteligencia (un punto del presupuesto cuya cantidad nunca se había revelado, según el experto del gobierno en asuntos secretos Steven Aftergood), el presupuesto militar/de inteligencia dado a conocer públicamente estaría en el orden de los tres cuartos de billón de dólares.
El presupuesto de 216 páginas que presentó el Presidente Obama no menciona ni una sola vez al Pentágono. Sin embargo, menciona el nombre del Presidente Eisenhower. En dos oportunidades atribuye a Eisenhower la creación del sistema nacional de autopistas interestatales y, como ya se mencionó, hace alarde de la propuesta de congelar el gasto: “Este congelamiento sería el mayor esfuerzo destinado a restringir el gasto discrecional de los últimos 30 años, y para 2015 disminuiría los fondos discrecionales para gastos no relacionados con la seguridad como parte de la economía, al nivel más bajo desde que Dwight Eisenhower fue Presidente”.
Si Obama va a referirse a su predecesor, debería aprender de la advertencia profética de Eisenhower, pronunciada en su discurso de despedida de 1961: “Nos hemos visto obligados a crear una industria armamentista permanente de enormes proporciones. Tres millones y medio de hombres y mujeres participan directamente en el establecimiento de defensa. La influencia total —económica, política e incluso espiritual— se siente en cada ciudad, en cada capitolio estatal, en cada oficina del gobierno federal. Reconocemos la necesidad fundamental de este desarrollo. Sin embargo debemos entender sus graves repercusiones. En los consejos del gobierno debemos tratar de evitar que el complejo militar-industrial adquiera influencia injustificada, ya sea buscada o no. Existe y seguirá existiendo potencial para que haya un aumento desastroso del poder en manos inadecuadas”.
Otro discurso de Eisenhower que debería guiar a Obama fue pronunciado en abril de 1953, ante la Sociedad Estadounidense de Directores de Periódicos, apenas dos semanas después de que asumiera como presidente. En ese discurso, el general devenido presidente, dijo “Cada arma que se fabrica, cada buque de guerra que se echa al agua, cada cohete que se dispara significa en última instancia un robo a quienes padecen hambre y no tienen alimento, a quienes tienen frío y no tienen abrigo”.
Estamos viviendo uno de los inviernos más fríos de la historia. Una de cada ocho personas en Estados Unidos utiliza cupones alimenticios, lo que representa el mayor porcentaje de la historia. Muchos otros también carecen de asistencia de salud, a pesar de los beneficios iniciales de la ley de reforma del sistema de salud aprobada el año pasado.
Los estadounidenses tienen frío y hambre y están desempleados. Al aumentar el gasto militar, que ya es superior a todos los presupuestos militares del mundo tomados en su conjunto, simplemente estamos llevando ese sufrimiento al exterior. Deberíamos tener claro cuáles son nuestras prioridades.

Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
Texto en inglés
traducido por Mercedes Camps, editado por Gabriela Díaz Cortez y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

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