martes, 18 de agosto de 2009

La falsa retirada de Iraq


Txente Redondo

Iraq ha sido el centro de un interesado y falso debate en los últimos meses. La hoja de ruta que presenta la supuesta salida de las tropas de Estados Unidos del país se nos está presentando como el cumplimiento de una de las promesas electorales de Obama, y para ello éste ha contado con la inestimable ayuda del gobierno colaboracionista de Iraq.
Sin embargo, una aproximación pausada y detallada a los movimientos que se han sucedido en este tiempo nos permite descubrir una realidad que para nada representa la retirada de las fuerzas de ocupación.
El llamado Acuerdo sobre el Estatuto de Fuerzas (SOFA) señalaba la fecha del 30 de junio para que las tropas estadounidenses abandonasen las ciudades iraquíes, y la del 31 de diciembre del 2011 como fecha para que todas las fuerzas ocupantes salieran del país. No obstante, las recientes declaraciones del primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, en Washington han dejado entrever la verdadera naturaleza de dicho acuerdo, y dando a entender que el plazo podría ampliarse en el futuro en base a al coyuntura del momento.
En un primer momento al-Maliki sopesó la posibilidad de celebrar un referéndum en torno al SOFA en julio, sin embargo las presiones e incertidumbres que el mismo podía generar le han hecho alterar la fecha, y ahora su intención es llevarlo a cabo el próximo mes de enero, coincidiendo con las elecciones parlamentarias. El resultado final del mismo, si se celebra, puede suponer un serio revés para la estrategia ocupante y sus colaboradores locales, sobre todo si se tiene en cuanta que según un reciente estudio, más del setenta por ciento de la población rechaza la ocupación, y son muchos los que al hilo de la ambigüedad del pacto no han dudado en definirlo como “la legitimación de la ocupación”.
A pesar de las declaraciones sobre esa supuesta salida, la letra pequeña del acuerdo muestra el verdadero rostro del mismo. Por un lado se reconoce la presencia de 50.000 o más tropas estadounidenses más allá de la fecha marcada, no se habla de la llamada “seguridad privada”, con más de cien mil miembros (más un tercio norteamericanos), además, las bases en las zonas rurales siguen ampliándose o creándose nuevas, y por otro lado, el Congreso de EEUU ha aprobado más fondos para construcciones militares en Iraq.
El maquillaje en torno al SOFA se ha basado en diferentes medidas. Así, a las antiguas “brigadas de combate” se les pasa a llamar “de asistencia y consulta”, atribuyéndoles además el papel de apoyo y entrenamiento a las fuerzas locales. Con ese cambio de nombre se permitirá que las tropas estadounidenses continúen operando en todo el territorio iraquí, a pesar de los supuestos acuerdos sobre su salida.
Los ocupantes tampoco han dudado a la hora de “redibujar” el mapa de Bagdad, excluyendo de la capital las bases que EEUU quiere mantener, y que sobre el terreno le permiten asegurar la presencia física de sus tropas militares en la ciudad, a pesar de la letra del acuerdo.
Obama, que en su día utilizó como bandera electoral la salida de tropas de Iraq, ha dado vía libre a los mandos del Pentágono para que caractericen los 50.000 o más militares que se mantendrán en el país, al tiempo que ha añadido que puede “revisar el plan de salida si la situación y la violencia lo demandan”.
La estrategia estadounidense sigue el guión del colonialismo. Como ha señalado recientemente un importante analista, EEUU se basa en tres pilares para llevara cabo su plan. Por un lado, “las fuerzas ocupantes son las que toman en última instancia las decisiones”; en segundo lugar, “los ocupantes no están sujetos a la legislación del país”; y finalmente, “la economía y riqueza de Iraq están destinadas a satisfacer los intereses de la ocupación”.
En el desarrollo y mantenimiento de esa estrategia es clave el papel que está desempeñando la embajada estadounidense en Bagdad, considerada la mayor del mundo y con más de mil personas clasificadas oficialmente como “diplomáticos”. Una cifra tan alta de recursos humanos le permite copar buena parte de la administración local, presentando su presencia como colaboradores o asesores de las autoridades locales.
La formación de una especie de mundo paralelo en torno a las propias bases militares da muestra de las verdaderas intenciones de EEUU. La construcción de esos mega proyectos militares en suelo iraquí permite anticipar que los deseos geoestratégicos de los dirigentes en Washington pasa por mantener en el futuro dichos emplazamientos. La necesidad de controlar la región y sus ricos recursos naturales hacen necesaria esa presencia militar permanente, en opinión de los estrategas políticos y militares de EEUU.
Ese sistema paralelo genera un amplio rechazo entre la población, pues ven como una casta privilegiada a las fuerzas ocupantes, al tiempo que las perciben como totalmente inmunes e intocables. Hay que recordar que incluso si cometen las mayores atrocidades, nunca serán juzgados por la ley iraquí.
También en el quehacer diario, la presencia ocupante está ligada a privilegios y prepotencia ante los ciudadanos de la calle. Así, mientras que la población iraquí tiene que soportar los controles militares (los fijos y los casuales), con los atascos y tardanzas que ello conlleva, los militares ocupantes disponen de pases especiales para evitar las retenciones. Tampoco es del agrado del iraquí de a pie las medidas que toman esas fuerzas militares, con calles y carreteras cortadas al paso de las tropas extranjeras, y en ocasiones con cortes de calles permanentes, alegando motivos de seguridad, que en definitiva transmiten una clara imagen de excepcionalidad y recogen un gran rechazo popular.
Para muchos analistas, el peso del control de la economía iraquí es fundamental en el diseño del plan colonial. La mayoría de las empresas relacionadas con la industria energética y el petróleo, y que en su día estaban en manos del estado iraquí, han pasado a estar controladas por las grandes multinacionales del sector, dejando en un mero plano decorativo la capacidad de control que pudiera ejercer el actual gobierno iraquí.
Las protestas y la resistencia “de los trabajadores el sector, de los administradores de las dos compañías de petróleo nacionales, de la mayoría del parlamento y de la opinión pública” no han sido suficientes para detener la colaboración de al-Maliki con Estados Unidos en este sector clave de Iraq. A través de loe llamados acuerdos de “producción y distribución”, las compañías extranjeras se aseguran el control efectivo sobre la riqueza petrolífera de Iraq, permitiéndoles explotar y comercializar la misma a su libre albedrío.
A pesar de los pronunciamientos de Obama, que ha decidido centrar la agresión militar en Afganistán y Pakistán, los estrategas estadounidenses han apostado por perpetuar su presencia militar en el futuro. El documento “Estrategia de Defensa Nacional” señalaba el uso militar de EEUU para mantener el acceso a las fuentes energéticas vitales para la economía mundial. En este contexto es donde hay que situar las verdaderas intenciones de la actual administración norteamericana, que lejos de renunciar a esas directrices, continúa desarrollándola en la práctica diaria, tanto en Iraq como en otros lugares del planeta.
Rebelión

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