lunes, 16 de mayo de 2011

Papá, cuéntame otra vez…


Al paso que vamos, me veo dentro de poco relatando batallitas de abuelo cebolleta a mis hijas: “¿Os he contado ya que cuando era joven podía viajar por Europa y no había fronteras? ¿Y el euro, os he hablado de él? Mirad, aquí tengo guardadas unas moneditas de recuerdo, qué bonitas, con las estrellitas europeas…”
Así podría seguir durante horas, ante sus ojos asombrados por oír noticias de un tiempo que les parecerá de Maricastaña: “¿Os dije que en mi época había cajas de ahorros? Que sí, creedme, aquí tengo un boli de Cajamadrid como prueba. Y mirad, ésta es mi nómina de entonces, fijaos lo que pone aquí: ‘cláusula de revisión salarial’; vamos, que me la actualizaban con el IPC. ¿Preferís que os cuente lo de cuando nos jubilábamos a los 65? Vale, vale, ya me callo; ay, qué tiempos aquellos…”

Como mi generación no tiene historias de la mili para contar, podremos repetir a nuestros hijos cuentos fantásticos de “érase una vez el Estado de Bienestar”, “érase una vez la Europa unida”, “érase una vez el tiempo de vacas gordas”. Les parecerán desvaríos seniles: “ya está otra vez el viejo chocheando, vaya trolas nos suelta, que dice que había sanidad pública sin copago, y que te indemnizaban con 45 días al despedirte, vaya cuento.”
Con la crisis de fondo, vamos de cráneo. Entre la revisión de Schengen, las dudas de la moneda única, las medidas antisociales y los ataques al Estado de Bienestar, llevamos una velocidad de cambios que como te vayas una semana a un pueblo perdido sin teléfono ni internet, a la vuelta igual te han levantado algún derecho que costó décadas conseguir.
Yo ya no sé ni en qué tiempo vivimos. Primero nos dijeron que el siglo XXI empezaba en 1989, con la caída del Muro y el fin del “siglo corto”, lo que prometía un futuro de prosperidad y libertad. Después, que comenzaba en 2001 con las torres gemelas, lo que pintaba una época de guerra y terror. Ahora parece que ha vuelto a arrancar en 2008 con la crisis, y entonces el panorama es de penuria y retrocesos sociales. Que se pare el mundo, que me bajo aquí mismo.
Por Isaac Rosa/http://blogs.publico.es/trabajarcansa

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