El solitario título conquistado por el Real Madrid en la actual temporada pone en entredicho un peligroso modelo de gestión que pondera los beneficios económicos sobre los resultados deportivos.
Por Raiko Martín Gómez
En una temporada marcada por los «cuatro clásicos» del fútbol español, el FC Barcelona consiguió su tercer título de Liga en forma consecutiva y como si no fuera suficiente, reconquistó la Liga de Campeones perdida hace un año.
Estos trascendentales desempeños no hacen más que confirmar que la «Era Guardiola» es superior en resultado que la de su predecesor Frank Reikjard, y cuando menos similar en belleza y armonía a la encabezada por el legendario Johan Cruiff hace dos décadas.
Pero sobre todas las cosas, el arrollador paso de los azulgranas echó una vez más por tierra las aspiraciones de un Real Madrid que sigue sin rentabilizar un modelo de gestión basado en contrataciones multimillonarias.
Apenas el triunfo en la final de la Copa del Rey frente a su eterno «enemigo» fue un bálsamo en las heridas de la entidad blanca, que también encontró algo de consuelo con el avance a las semifinales de la Champions por primera vez en los últimos seis cursos.
A los ojos de una afición extremadamente exigente y acostumbrada a grandes triunfos, la cosecha ha sido pobre. Y no son poco los que se cuestionan la pertinencia de gastar 250 millones de euros en fichajes, de traer al técnico mejor pagado y más polémico del momento, si ha sido insuficiente para destronar al más extraordinario Barcelona de la historia.
CONTRASTES
El estallido de la más reciente crisis económica mundial hizo estragos en todos los aspectos de la sociedad, y el deporte no fue la excepción. Pero mientras algunos de los «grandes» como la Fórmula 1 tuvieron que ajustarse el cinturón para hacer frente a la debacle, el fútbol prosiguió su paso triunfal en términos monetarios.
Al desatarse la tormenta financiera Max Mosley, hoy ex presidente de la Federación Automovilística Internacional (FIA), alertó que «los grandes constructores sufrirán para seguir compitiendo cuando sus empresas fueran golpeadas por la crisis», y el tiempo no tardó en darle la razón.
De los seis constructores que competían en la F-1 en el 2008, solo Mercedes Benz y Ferrari lograron capear el temporal. El resto abandonó el barco o se vieron obligados a vender parte de sus equipos para poder sobrevivir.
Honda fue la primera en salirse de las pistas al ceder su infraestructura a Ross Brawn por el valor de un euro para evitar hacer frente a la indemnización de unos 700 empleados. Le siguieron BMW y Toyota, antes de que Renault decidiera vender el 70 por ciento de sus acciones.
En contraste, el fútbol disparó sus ganancias durante la turbulencia, según se desprende de un informe elaborado por la firma consultora Deloitte. El estudio ilustra como los mejores 20 clubes de fútbol generaron un récord de 4300 millones de euros durante la campaña de 2009-2010, lo que representó un incremento del ocho por ciento con respecto al período anterior.
La gran referencia de esta cofradía de elite sigue siendo el Real Madrid español, que con su particular modelo de gestión encabezado por el empresario de la construcción Florentino Pérez escaló hasta los 438.6 millones de euros en ingresos sin apenas conquistar uno de los títulos disputados en ese período.
A CONTRACORRIENTE
A pesar de las impresionantes cifras, todo no ha sido color de rosas en el negocio del fútbol. Mientras que otros equipos con similares ingresos que el Real Madrid han apostado por la cautela, la entidad de Chamartín ha nadado a contracorriente, combatiendo la recesión con gastos.
La segunda etapa de Florentino al frente del club «merengue» se inició con las astronómicas contrataciones de Cristiano Ronaldo «CR7» y Kaká. Para ello el empresario madrileño consiguió dos créditos de 75 millones de euros provenientes de los bancos Santander y Caja Madrid, respaldado uno por el contrato de cesión de los derechos audiovisuales de la Liga y el otro por los abonos del estadio Santiago Bernabéu. Solo 100 millones de euros en efectivos fueron invertidos por el club en las rutilantes incorporaciones pues el resto sería pagado en plazos hasta el 2015.
La estrategia parece a simple vista arriesgada teniendo en cuenta su similitud con elementos que generaron la actual crisis financiera: compra de activos a un elevado precio y sin garantías, y gran endeudamiento. Pero el «mandamás» de los blancos lo justificó con una lapidaria frase ante sus colaboradores: «los necesitamos como el comer».
A lo largo del segundo mandato el emprendedor madrileño ha manejado la institución como una empresa generadora de contenidos. Su imperio ha estado basado en la contratación de jugadores-gastos como Benzemá, Di María o Xavi Alonso y de jugadores-inversión como CR7. Los primeros solo juegan bien al fútbol y consumen capitales, y los segundos –los más escasos sobre el césped- juegan muy bien y además generan beneficios captando la atención de grandes audiencias y convirtiéndose en símbolos sociales.
La dinámica ya fue probada durante el primer «Florentinato» con la contratación del portugués Luis Figo proveniente del Barcelona. Eran tiempos de bonanzas y el Madrid pasó en poco tiempo de ingresar 100 millones y tener pérdidas por unos 30 millones, a generar 300 millones y revertir en igual cantidad sus números negativos.
Para enfrentar ahora con éxito el colosal endeudamiento el Madrid necesitará ingresar unos 500 millones de euros anuales. En las oficinas del Bernabéu se vive la obsesión de superar la cifra en el 2013, aunque Florentino calcula que 450 millones serían suficientes para pagar los intereses de la deuda. La riesgosa adquisición de sus «estrellas» le ha permitido hasta ahora renegociar al alza todos los contratos de patrocinio y publicidad. Las ventas de entradas se han disparado y el club se encuentra cada vez más cerca de cumplir sus objetivos económicos.
Pero en la parcela deportiva los números siguen en rojo, y nadie puede asegurar hasta cuándo. Otra cosa son los riesgos a largo plazo que pueden generar tales derroches. Y la alarma no ha dejado de sonar.
EL GRITO EN EL CIELO
La historia del fútbol en el Viejo Continente cambió radicalmente en 1995 cuando el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictó sentencia en el litigio entre el futbolista belga Jean Marc Bosman con su antiguo club, el RFC Lieja.
Desde entonces se dejaron de considerar como extranjeros en los torneos europeos a los jugadores con nacionalidades de países integrantes de la Unión, y el hecho estremeció el mercado de traspasos.
Los mayores beneficiados con la llamada «Ley Bosman» fueron los clubes más ricos del continente, pues comenzaron a fichar a los mejores jugadores en una carrera incontrolable por alcanzar la superioridad. Entonces se hicieron cada vez más notables las diferencias entre los equipos y los títulos comenzaron a ser aspiraciones de unos pocos.
En España, por ejemplo, antes de la sentencia equipos como el Atlético de Madrid, Athletic de Bilbao, Valencia, Real Sociedad, Sevilla y Betis se llevaron títulos de Liga y competían con Real Madrid y Barcelona. Después, solo el Barça (seis títulos), Madrid (cinco), Valencia (dos) y Deportivo (uno) pudieron hacerlo.
En los últimos tres años, la Liga se ha decidido por los tropiezos ocasionales del Madrid o el Barcelona, que protagonizan un bipartidismo absoluto. En Francia ocurre algo similar: 15 clubes ganadores antes de la legislación y seis después; 26 frente a seis en Alemania; 23 contra tres en Inglaterra, y 16 a cinco en Italia.
Contra el peligroso engranaje que mueve hoy las finanzas del fútbol se han levantado no pocas voces que advierten los peligros ocultos. El francés Michel Platini, actual presidente de la UEFA, ha sido el principal abanderado del Fair Play (Juego Limpio) financiero dentro del fútbol, abogando por reglas que impidan gastar más dinero del que poseen.
Su compatriota Jean Michel Aulas, presidente del Olympique de Lyon, también ha disparado sus dardos contra el modelo despilfarrador que atenta contra la real competitividad. «El fútbol actual vive en una gran burbuja, como antes los hicieron los negocios de Internet, las finanzas, y el inmobiliario. Todas ellas estallaron y es necesario un sistema de reglas para evitar un nuevo crack», repite con insistencia el también exitoso empresario.
Su visión ha llevado al Lyon desde la segunda división en 1987 hasta convertirse actualmente en el club más rico de Francia y en uno de los habituales animadores de las fases más importantes de la Champions. Y todo eso a base de mínimas inversiones y jugosos traspasos.
Pero en el actual contexto, el Olympique de Aulas ha tenido que montarse en el carrusel de los excesos para intentar conservar su competitividad. Si con discretos gastos ganó seis títulos sucesivos de la liga francesa, la pérdida de hegemonía durante las últimas campañas ha trastocado la filosofía del club y provocado los costosos fichajes de Lisandro (25 millones), Gourcuff (22), Bastos (18) o Cissokho (15).
No obstante, el equipo de Guerland ha podido evitar el endeudamiento gracias a su capacidad negociadora y los enormes beneficios dejados por la venta de jugadores como Essien (38 al Chelsea), Benzemá (35 al Real Madrid), Diarra (25 al Real Madrid), Malouda (21 al Chelsea) o Abidal (15 al Barcelona). Pero las cuentas ya están al límite.
JUGADA CANTADA
En la actualidad ninguna de las ligas del fútbol europeo escapa a la presión de las deudas adquiridas, y la puerta de salida aún no se vislumbra en el horizonte. Existen situaciones extremadamente preocupantes como la del torneo español, pues diez de sus equipos de élite debían hasta finales de 2009 más de 100 millones de euros al fisco y la Seguridad Social.
La situación no es nueva, y ya el Gobierno ha saneado en par de ocasiones las finanzas del fútbol. Dos décadas después del último reajuste, y con unos ingresos que los clubes jamás soñaron tener, solamente la deuda con el ente tributario ronda los 694 millones, y el total se calcula que roza los 3500 millones.
Ante tan alarmante situación y la falta de voluntad de los clubes para revertirla, el gobierno estudia y experimenta nuevas fórmulas que puedan evitar un desastre como la Ley Concursal de Acreedores, diseñada para evitar la liquidación de entidades futbolísticas en quiebra.
Similar panorama se vive en Italia, donde el Parlamento salvó literalmente el colapso de la Serie A del Calcio con normativas que propician ciertas normas de contabilidad creativa. Los pagos de las deudas pueden «estirarse» a períodos tan largos que es muy difícil incumplir con las nuevas exigencias financieras exigidas por la UEFA.
Sin embargo, nuevos dolores de cabeza llegan con las inyecciones desmedidas de capitales particulares provenientes de los petrodólares árabes –Manchester City y Málaga son ejemplos paradigmáticos-, al estilo del multimillonario ruso Roman Abramovich en el Chelsea, el Premier italiano Silvio Berlusconi en el AC Milán o Mássimo Maratti en el Inter.
«Si un día algo sucede con las cuentas de estos señores estos equipos entrarán en quiebra y pueden arrastrar a todo el sistema» reflexionaba Aulas conciente de que el problema trascendería al mundo del fútbol e implicaría una solución global.
En definitivas, algo similar sucedió cuando estalló la burbuja del negocio inmobiliario que arrasó con todo el sistema financiero y obligó a los Estados a rescatar a no pocos bancos de inversión y empresas aseguradoras.
Así anda este juego siempre cautivador, siempre con un final impredecible. Como su burbuja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario