Por Miguel Ernesto Gómez Masjuán (Especial para www.cubasi.cu)
Mario Balotelli no llega a los 19 años, juega en la selección nacional italiana sub-21 y es un delantero muy eficiente del Inter de Milán en el Calcio; pero el atleta tiene un “defecto” para algunos malos fanáticos de la Juventus de Turín: es negro, de origen ghanés, y ellos le hicieron saber mediante gritos racistas que no se sienten “a gusto” con él.
En el estadio olímpico de Turín se vivieron momentos muy lamentables cuando varias personas, desde las gradas, agredieron verbalmente a Mario. Las exclamaciones “¡No existen italianos negros!”, “¡Muere, Balotelli!”, aumentaron después que el talentoso jugador abrió el marcador para el Inter y la acción enfureció más a los “tifossi”, como se llama en Italia a aquellos hinchas propensos a la violencia.
Nadie pareció inmutarse por los gritos ofensivos. El resto de los presentes en el estadio los toleró, los jugadores de la Juventus se concentraron en la búsqueda del gol; mientras, el árbitro, amparado en una cláusula del reglamento que establece que solo puede detener el desafío si aparecen pancartas racistas, dejó correr el reloj.
Durante los 90 minutos que estuvo en la cancha, Mario probablemente haya recordado mucho de su nada fácil pasado. Hijo de padres ghaneses que emigraron ilegalmente a Italia y no podían sostenerlo económicamente, el niño fue entregado en adopción a la familia Balotelli. Desde pequeño comenzó a practicar el fútbol y sus excelentes condiciones físicas lo condujeron—luego de recibir la nacionalidad italiana—a la selección nacional sub-21. El técnico del Inter, el polémico José Mourinho, no duda en considerarlo una prometedora estrella.
Todo esto parece que “incomodó” a algunos en Turín, un club que marcha en la segunda posición del Calcio, muy por detrás del equipo que defiende Balotelli quien no es el único que ha sufrido, en un terreno de fútbol, la discriminación por el color de la piel o el país de origen.
Otro futbolista que juega en Italia, el defensa rumano Cristian Chivu, también del Inter, denunció en 2008 actitudes xenófobas. “¿Es acaso posible que los rumanos seamos todos delincuentes? En todos los estadios escucho “gitano ve a trabajar de albañil”, dijo en una entrevista.
El problema no es solo contra el Inter, ya que los fanáticos de ese equipo la emprendieron en 2005 con el jugador Marc Zoro, del Messina, quien estuvo a punto de abandonar el terreno porque los hinchas se burlaron de él por ser negro. Un club que pagó muy caro la indisciplina de su público fue el Verona, obligado a jugar a puertas cerradas en 2004 y 2005, por repetidos insultos racistas a futbolistas rivales.
Las controversias se extienden a varios países europeos y en Francia, por ejemplo, en 2007 el equipo Bastia perdió un punto de su total general porque sus fanáticos insultaron al jugador Boubcar Kebe, de Burkina Faso. En España, el Atlético de Madrid tuvo que efectuar su duelo frente al PSV Eindhoven a puertas cerradas, como castigo por los gritos racistas en el juego ante el Olympique de Marsella, por la Liga de Campeones de la actual temporada.
La Unión Europea de asociaciones de fútbol (UEFA, por sus siglas en inglés) ha tomado medidas contra el racismo en Italia, en especial entre 2005 y 2007, cuando se registraron 134 actos de este tipo; aunque no es necesario un análisis muy profundo para comprender que esas disposiciones no han tenido el efecto deseado.
Ahora los insultos a Balotelli tuvieron una amplia repercusión. El presidente de la Juventus, Giovanni Cobolli Gigli, emitió una declaración de condena: “no hay excusas ni justificaciones para esta clase de comportamiento. Los aficionados al fútbol pueden exaltarse, pero episodios como estos son inexcusables”.
Ciertamente lo son y por eso un juez determinó que la Juventus de Turín jugará su próximo partido como local sin la presencia de público en las gradas. En tiempos de crisis, la medida tendrá un gran impacto económico en el club y la directiva ya anunció que apelará la sentencia. No obstante, una pregunta continúa sin una respuesta convincente: ¿qué sucede con los que la atacaron verbalmente a Balotelli? Probablemente duerman tranquilos en sus casas.
El fútbol, considerado el más universal de los deportes, cada vez enfrenta mayores retos: al racismo se une la violencia desmedida—solo es necesario recordar el desastre vivido recientemente en Costa de Marfil— y también el constante cambio de nacionalidades, por lo que ya no resulta extraño ver a brasileños defender la camiseta de Japón, Croacia o incluso la de España.
Estas dificultades afectan la credibilidad del fútbol y, de paso, su estado financiero. La lógica indica que nadie desea que los problemas se extiendan; sin embargo, castigar a los clubes y colocar más policías en los estadios tal vez ayude a disminuir las manifestaciones de violencia y racismo; mas no luce como la solución definitiva para conflictos que trascienden al deporte.
Mario Balotelli no llega a los 19 años, juega en la selección nacional italiana sub-21 y es un delantero muy eficiente del Inter de Milán en el Calcio; pero el atleta tiene un “defecto” para algunos malos fanáticos de la Juventus de Turín: es negro, de origen ghanés, y ellos le hicieron saber mediante gritos racistas que no se sienten “a gusto” con él.
En el estadio olímpico de Turín se vivieron momentos muy lamentables cuando varias personas, desde las gradas, agredieron verbalmente a Mario. Las exclamaciones “¡No existen italianos negros!”, “¡Muere, Balotelli!”, aumentaron después que el talentoso jugador abrió el marcador para el Inter y la acción enfureció más a los “tifossi”, como se llama en Italia a aquellos hinchas propensos a la violencia.
Nadie pareció inmutarse por los gritos ofensivos. El resto de los presentes en el estadio los toleró, los jugadores de la Juventus se concentraron en la búsqueda del gol; mientras, el árbitro, amparado en una cláusula del reglamento que establece que solo puede detener el desafío si aparecen pancartas racistas, dejó correr el reloj.
Durante los 90 minutos que estuvo en la cancha, Mario probablemente haya recordado mucho de su nada fácil pasado. Hijo de padres ghaneses que emigraron ilegalmente a Italia y no podían sostenerlo económicamente, el niño fue entregado en adopción a la familia Balotelli. Desde pequeño comenzó a practicar el fútbol y sus excelentes condiciones físicas lo condujeron—luego de recibir la nacionalidad italiana—a la selección nacional sub-21. El técnico del Inter, el polémico José Mourinho, no duda en considerarlo una prometedora estrella.
Todo esto parece que “incomodó” a algunos en Turín, un club que marcha en la segunda posición del Calcio, muy por detrás del equipo que defiende Balotelli quien no es el único que ha sufrido, en un terreno de fútbol, la discriminación por el color de la piel o el país de origen.
Otro futbolista que juega en Italia, el defensa rumano Cristian Chivu, también del Inter, denunció en 2008 actitudes xenófobas. “¿Es acaso posible que los rumanos seamos todos delincuentes? En todos los estadios escucho “gitano ve a trabajar de albañil”, dijo en una entrevista.
El problema no es solo contra el Inter, ya que los fanáticos de ese equipo la emprendieron en 2005 con el jugador Marc Zoro, del Messina, quien estuvo a punto de abandonar el terreno porque los hinchas se burlaron de él por ser negro. Un club que pagó muy caro la indisciplina de su público fue el Verona, obligado a jugar a puertas cerradas en 2004 y 2005, por repetidos insultos racistas a futbolistas rivales.
Las controversias se extienden a varios países europeos y en Francia, por ejemplo, en 2007 el equipo Bastia perdió un punto de su total general porque sus fanáticos insultaron al jugador Boubcar Kebe, de Burkina Faso. En España, el Atlético de Madrid tuvo que efectuar su duelo frente al PSV Eindhoven a puertas cerradas, como castigo por los gritos racistas en el juego ante el Olympique de Marsella, por la Liga de Campeones de la actual temporada.
La Unión Europea de asociaciones de fútbol (UEFA, por sus siglas en inglés) ha tomado medidas contra el racismo en Italia, en especial entre 2005 y 2007, cuando se registraron 134 actos de este tipo; aunque no es necesario un análisis muy profundo para comprender que esas disposiciones no han tenido el efecto deseado.
Ahora los insultos a Balotelli tuvieron una amplia repercusión. El presidente de la Juventus, Giovanni Cobolli Gigli, emitió una declaración de condena: “no hay excusas ni justificaciones para esta clase de comportamiento. Los aficionados al fútbol pueden exaltarse, pero episodios como estos son inexcusables”.
Ciertamente lo son y por eso un juez determinó que la Juventus de Turín jugará su próximo partido como local sin la presencia de público en las gradas. En tiempos de crisis, la medida tendrá un gran impacto económico en el club y la directiva ya anunció que apelará la sentencia. No obstante, una pregunta continúa sin una respuesta convincente: ¿qué sucede con los que la atacaron verbalmente a Balotelli? Probablemente duerman tranquilos en sus casas.
El fútbol, considerado el más universal de los deportes, cada vez enfrenta mayores retos: al racismo se une la violencia desmedida—solo es necesario recordar el desastre vivido recientemente en Costa de Marfil— y también el constante cambio de nacionalidades, por lo que ya no resulta extraño ver a brasileños defender la camiseta de Japón, Croacia o incluso la de España.
Estas dificultades afectan la credibilidad del fútbol y, de paso, su estado financiero. La lógica indica que nadie desea que los problemas se extiendan; sin embargo, castigar a los clubes y colocar más policías en los estadios tal vez ayude a disminuir las manifestaciones de violencia y racismo; mas no luce como la solución definitiva para conflictos que trascienden al deporte.
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