Por Isaac Rosa
Tengo una amiga que, a estas alturas, todavía no sabe a quién votar. Ella es de izquierda sin complejos, y no es que no tenga a quién votar. Más bien al contrario: se encuentra con un exceso de oferta, y querría votar a dos o incluso tres partidos diferentes. Hay días que prefiere pájaro en mano (Izquierda Unida), pero otros le tienta lo bueno por conocer (Izquierda Anticapitalista), y hasta alguna mañana se levanta marchosa y apuesta por Iniciativa Internacionalista, que no sólo tiene apoyos en el País Vasco pese a su criminalización.
Ha revisado las listas de unos y otros, y en todas encuentra nombres con quien simpatiza. De hecho, hay candidatos que compartieron partido años atrás. Si mira los apoyos de intelectuales y colectivos sociales a un partido u otro, todos le convencen por igual.
Así que ha comparado los programas electorales. Los ha volcado en un documento informático y de cada uno ha hecho una nube de tags, de ésas que destacan en mayor tamaño las palabras más frecuentes. Así visualiza las coincidencias, que son muchas: contra la Europa del Capital, Bolonia, la directiva de la vergüenza y la OTAN; por la movilización obrera, el aborto libre, el laicismo y la autodeterminación de los pueblos; por la solidaridad con Palestina, Sahara y la izquierda latinoamericana, por el socialismo del siglo XXI, etc.
Al final, aparte de indecisa, acaba cabreada. Le fastidia que en unas elecciones como éstas, de circunscripción única y donde no pesa tanto el voto útil, los votantes de izquierda se dividan tanto, cuando hace falta una alternativa política fuerte ante la crisis. Como ella, muchos echamos de menos la papeleta de Izquierda Unida Anticapitalista Internacionalista.
Tengo una amiga que, a estas alturas, todavía no sabe a quién votar. Ella es de izquierda sin complejos, y no es que no tenga a quién votar. Más bien al contrario: se encuentra con un exceso de oferta, y querría votar a dos o incluso tres partidos diferentes. Hay días que prefiere pájaro en mano (Izquierda Unida), pero otros le tienta lo bueno por conocer (Izquierda Anticapitalista), y hasta alguna mañana se levanta marchosa y apuesta por Iniciativa Internacionalista, que no sólo tiene apoyos en el País Vasco pese a su criminalización.
Ha revisado las listas de unos y otros, y en todas encuentra nombres con quien simpatiza. De hecho, hay candidatos que compartieron partido años atrás. Si mira los apoyos de intelectuales y colectivos sociales a un partido u otro, todos le convencen por igual.
Así que ha comparado los programas electorales. Los ha volcado en un documento informático y de cada uno ha hecho una nube de tags, de ésas que destacan en mayor tamaño las palabras más frecuentes. Así visualiza las coincidencias, que son muchas: contra la Europa del Capital, Bolonia, la directiva de la vergüenza y la OTAN; por la movilización obrera, el aborto libre, el laicismo y la autodeterminación de los pueblos; por la solidaridad con Palestina, Sahara y la izquierda latinoamericana, por el socialismo del siglo XXI, etc.
Al final, aparte de indecisa, acaba cabreada. Le fastidia que en unas elecciones como éstas, de circunscripción única y donde no pesa tanto el voto útil, los votantes de izquierda se dividan tanto, cuando hace falta una alternativa política fuerte ante la crisis. Como ella, muchos echamos de menos la papeleta de Izquierda Unida Anticapitalista Internacionalista.
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