Les propongo un juego para la tarde del domingo, un ejercicio de periodismo ficción: cojan todas las noticias sobre España del último año, y reelabórenlas a su antojo, con el objetivo de conseguir que un espectador extranjero piense que aquí no hay democracia y que están en grave riesgo las libertades.
Basta dar preferencia a unas noticias sobre otras, exagerar los aspectos negativos, eliminar cualquier contexto, elegir un lenguaje adecuado y cargar las tintas en las interpretaciones. Con un poco de maña conseguirán dibujar una España corrompida y represiva, que tal vez no merezca ser bombardeada por la OTAN pero sí recibir sanciones internacionales y el rechazo de gobiernos, ONGs y ciudadanos de bien.
Si con España hay que esforzarse, imagínense lo fácil que es hacerlo con países en situación conflictiva, o que tienen un sistema diferente a la democracia occidental. ¿Cuántas veces nos han hecho ese juego en las últimas décadas? ¿Por qué se hace con determinados países y no con otros en igual o peor situación?
A base de jugar repetidas veces al mismo juego, desarrollamos una desconfianza preventiva, y cuando leemos ciertas noticias lo hacemos a la contra, con el colmillo desenfundado, con la mano en la cartera para que no nos la roben.
Frente a las manipulaciones interesadas, uno de los más empeñados en que nos informemos a la contra es desde hace años Pascual Serrano. Ahora publica el libro Desinformación, un repaso a fondo a las intoxicaciones de los últimos años, que son muchas. Hace falta un libro así, claro. Pero no le perdono que me haya descubierto que los reyes (de las noticias) son los padres. Quién me devuelve ahora la inocencia.
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