jueves, 10 de marzo de 2011

Zaida del Río: Soy un espíritu libre


Daynet Rodríguez Sotomayor
 
Dice Miguel Barnet que “nadie puede sustraerse al poder mágico de sus figuras. Ni siquiera aquellos que no sepan jamás interpretarlas”. A ella, según Eusebio Leal, “debemos este rapto al paraíso perdido, a la edad dorada, adonde solamente sus pinceles nos han permitido acceder”. Quien da vida a esas criaturas indescifrables es Zaida del Río, pintora, dibujante, grabadora... Aunque hace mucho tiempo es reconocida como una de las figuras clave del arte cubano contemporáneo, sigue siendo aquella niña, traviesa, juguetona, que nació en un pueblito de campo de Las Villas. Y como la mayoría de los artistas, se resiste a adelantar cualquier conceptualización de su obra: “Nunca analizo qué va a pasar. Yo pinto, pinto, pinto, diariamente, aunque sea una raya…”. Con un excelente humor, Zaida nos abrió las puertas de su casa en una mañana sabatina, para descubrirnos una pintora de cubanísimas costumbres y una mujer que ha defendido, frente a muchas adversidades, su derecho a ser libre.

P:- ¿Recuerda a aquella niña que casi por azar llegó a las artes plásticas? ¿De dónde puede haber venido esa inclinación por las artes?
 
-Bueno, nací rodeada de personas que contribuyeron después a la artista que soy, porque me dejaron ser libre, desarrollar toda mi imaginación, me dejaron disfrazarme, montar obras de teatro, montar a caballo. Es muy interesante porque todos en mi familia son personas abiertas, mujeres preciosas a quienes vi siempre tejer, bordar y estaba rodeada de un ambiente sano, bello, lejos de la ciudad, a 13 km del pueblecito más cercano, sin luz eléctrica ni nada, y eso contribuyó mucho a lo que es hoy mi personalidad en el sentido de ser una persona abierta, franca. Todo eso se refleja en mi pintura, por eso es tan cubana en la manera de usar la línea, los colores planos, de cierta manera se acerca un poco a lo que es Portocarrero, tiene ese tipo de alegría, de la pincelada, de lo rápido, porque eso fue lo que me enseñó un caballo cuando va al galope.


P:- ¿Y cómo influenció la Academia en la obra de Zaida del Río?


-Las escuelas de arte en las que estudié  fueron varias. Primero, de 1967 a 1971 en Cienfuegos y ese fue mi primer choque con la ciudad y la pintura. Fue el primer choque con niños, porque éramos todos niños de 12 y 13 años, de la ciudad y del campo. Fue un ambiente muy bueno, yo la pasé maravillosamente, porque ahí conocí qué cosa era la música, la danza, la literatura. Conocí a Flavio Garciandía, muy importante en ese momento en mi vida, gran amigo mío para siempre. Ahí yo vi un piano por primera vez. Al mismo tiempo tuvimos una educación muy buena, la directora de la escuela, Edith Palomo Ramos era una mujer muy inteligente. Y empezó la disciplina, una cosa que yo no conocía… todavía no soy muy disciplinada, pero bueno me atengo a lo que puedo. Los estudios fueron muy importantes para mi obra. Yo era muy mala por ejemplo en escultura, pero ellos me perdonaron porque era entonces excelente en todo lo demás. Fue muy importante aprender a dibujar, porque no es solo la imaginación del artista, sino lo que te da la academia, como decía Picasso; es esencial saber cómo es el esqueleto para después formarlo. Saber hacer un grabado, una escultura, la relación de los colores, cómo se prepara un armazón o un lienzo, aunque eso sea un poco antiguo y medieval. En 1971 voy para la Escuela Nacional de Arte en Cubanacán, y fue otra enseñanza más grande, porque el salto fue a la Ciudad de La Habana. Y estaban el teatro y el ballet, que nunca había visto en serio. Yo tuve la oportunidad en aquellos años de ver a Alicia Alonso bailar, porque nosotros los estudiantes entrábamos gratis a todo. Vi todo el cine importante, a todas las grandes figuras de la danza en el escenario. Haber visto a Alicia en Carmen o Giselle es algo que no se le olvida a nadie. Me relacioné con la ciudad, con su Malecón, sus playas y sus construcciones, que fueron penetrando en mí. El Instituto Superior de Arte fue más fácil porque ya yo era una profesional. Mi tesis de graduación trató del grabado en la ilustración, una expresión que he cultivado mucho en mi vida, y la parte práctica fue ilustrar un libro de Miguel Barnet que se llama Mapa del tiempo. Luego fui a estudiar a París, en la Escuela de Bellas Artes. París no solo fue París para mí, fue aprender el mundo moderno, relacionarme con artistas de todas partes del mundo, chinos, hindúes, franceses, alemanes, latinoamericanos y compartir con ellos un año de estudio.

P:- Esa misma interactividad le dio el roce con la joven poesía de los 70, una expresión de la que no ha podido apartarse nunca. ¿Qué complementos trae a su vida la creación poética?

-Al mismo tiempo de pintar yo siempre escribí desde niña, tengo poemas desde los nueve años. Ellos son mi fuerte, aunque a veces he hecho algunos cuentos y otros textos en prosa. Creo que mis poemas son buenos, pero soy esencialmente una pintora. Publiqué un libro que reúne mis poemas de los setenta, los ochenta, y parte de los noventa que se llama Altos de la Mina. Ahora tengo un libro nuevo que publicaré y que se llama Paralepípedo, del que haré un recital de poesía, con Miguel Barnet, en la librería Ateneo. Luego lo vamos a hacer Carilda Oliver, Miguel y yo en Matanzas. Así que la poesía no me abandona, de pronto me entra la musa y me siento a escribir, pero la musa de la pintura es la que yo tengo siempre. Es una poesía intimista como mi obra. Todo el mundo sabe que mi obra no es de temática social. Yo pinto mi vida, lo que me va pasando, mis problemas, tal como han hecho otras artistas como Frida Khalo, siempre es una pintura muy autobiográfica, y así mismo es mi poesía. Son mis tristezas, mis amores, mis alegrías…

El tema de la mujer, presente siempre en la obra de Zaida del RíoP:- Su obra ha tenido períodos y transformaciones, un inicial campestre y bucólico, luego la comedia del arte, la mujer y los caballos, entre otros, pero una primera constante se advierte y es el tratamiento de la mujer “como un ser eternamente transmutable”.

-Sí, siempre está presente la mujer, porque como mi obra es autobiográfica, siempre me estoy pintando. Para mí los hombres son lo máximo, no soy feminista, me gustan los hombres, pero es que me pinto a mí, o a mis diosas, o a mis niñas que me acompañan, o a mis hadas madrinas. Porque te confieso, los hombres que me acompañan, mis guías espirituales masculinas, son tan fuertes -he pintado a mi papá, a mi hijo- que asustan. Porque mi Oggún, mi Elegguá dan miedo…

P:- Una segunda constante temática es el de las creencias y divinidades religiosas. ¿Qué atractivos inagotables encuentra en él?

-En el tema religioso, tengo un libro, Herencia clásica, que es fruto de una colaboración, una investigación sobre oraciones populares a santos católicos y orishas, a yerbas y oraciones de magia, maléfica y benéfica. El libro fue una cosa importante. Yo tuve una gran etapa cuando conocí la religión cubana, que me parece muy linda y muy interesante, que empezó con una exposición en Brasil que se llamó Refranes de registros, luego siguió Collar de bandera y los Trípticos de los santos que fueron Premio en la Bienal del Cairo y los conservo todos. He vendido solo tres o cuatro. Son unas piezas maravillosas y no quiero deshacerme de ellas. A veces los he pintado de la forma africana y a veces los he pintado desde la visión católica.

P:- Usted hace un tiempo decía sentir que el tema de la mujer-pájaro, esencial en su obra, estaba llegando a su fin. ¿La mujer-pájaro murió definitivamente?

-La mujer-pájaro ni murió ni vivió. Yo nunca pienso en términos de vida o de muerte, de comienzo o de final, para mí el universo es un todo, es una gran espiral, una torre de babel y no hay ciclos. La mujer- pájaro no es que murió, sino que ya no es el tema central de mi obra, como lo fue en los noventa. Ella aparece por ahí porque es una figura que me dio mucho éxito.

P:- ¿Por qué defiende el término de femineidad frente al feminismo que algunos quieren encasillarle a su pintura?
 
-Yo no tengo nada en contra de nadie, cada cual que sea lo que quiera. Tengo entendido y no estoy muy segura, porque no he ahondado mucho en el tema, que el feminismo quiere reivindicar los derechos de la mujer. Pero yo prefiero la variante de la femineidad. Yo soy mujer, femenina, femenina, femenina, y los hombres son mi pasión. Quiero aclarar esto en el sentido de que la gente me pregunta a veces por qué pinto mujeres y yo pinto lo que quiero, porque es mi elección, porque soy libre y pinto lo que quiero.

P:- ¿Es cierto que le gusta mucho bailar, incluso más que pintar..?

-Yo quiero venir en la próxima encarnación bailarina, si es posible de Tropicana, porque a mí lo que me gusta es el cabaret. Sí, me encanta bailar. En la escuela estudié con todas las muchachitas que hoy son grandes bailarinas, Lídice Núñez, Lourdes Tamayo.

Pinto lo que quiero, porque es mi elección, porque soy libre. Foto Jorge Luis Baños.P:- ¿Ahí fue donde le interesó por primera vez la danza?

-No. Siempre me gustó, pero yo no tenía idea de que podría llegar a bailar. Cuando tenía 40 años me matriculé en danza y recibí clases con muchísimos profesores y aprendí ciertas nociones. En eso llegó Lídice, que es una gran coreógrafa además, y me dijo, vamos a hacer algo. Entonces bailé Terriblemente inocente, en el Teatro García Lorca, en su estreno mundial los dos primeros días. Luego me sustituyó una bailarina. Esa obra se ha ido cambiando y cambiando y solamente queda ahora, que es muy bello, el dúo de las mujeres pájaros… porque de todas maneras hay mujeres pájaros, salidas de un cuadro mío que se llama Día de calor. Y Lídice hizo todo un juego coreográfico a partir de esa obra. Eso sigue en el repertorio de Danza Contemporánea de Cuba y en el suyo particular. Queremos hacer algo de nuevo, pero no sabemos bien, porque ella cambia mucho y yo también.

P:- Usted es una de las artistas que ha colaborado con Alicia Alonso en el ballet Cuadros de una exposición, que se estrenará en el XX Festival Internacional de La Habana. ¿Se inspiró en algo en específico?


-Sí, hay un proyecto para el festival en el que están involucrados varios pintores. A mí me toca una parte que se llama El Jardín, un cuadro donde hay dos ancianos. El boceto ya está entregado desde hace tiempo y se está trabajando en eso para estrenarse en el Festival. Ella me mandó la música que me tocaba y el texto, y me dijo, ponme las mujeres pájaros, y me parece muy bien porque en definitiva a mí todo el mundo me reconoce por esas imágenes. Y en el jardín por qué no van a estar, ellas siguen siempre, ya te digo, para mí la vida y la muerte no existen.

P:- Zaida usted ha dicho “el mayor tiempo de mi vida lo he pasado en mundos irreales, el plano de la tierra no ha sido el de mi preferencia”. ¿Pinta Zaida mundos irreales?

-Todo el tiempo. Mi obra no es social ni yo tengo vocación social. Me molesta mucho que me miren, que me investiguen, a mí no me interesa la realidad,  de la tierra me interesan solo las flores, las plantas, los ríos, los pajaritos y algunas personas que yo sé que les caigo bien. Porque también yo soy una persona muy libre y eso es muy difícil de entender. Alma y mujer libre es muy difícil de entender, por más que se quiera. Entonces, se meten mucho conmigo y sacan de mí lo peor, es decir doy una mala respuesta, parece que tengo mal carácter y no es verdad. El problema es que no se puede aceptar que haya una persona libre como yo. He tenido que aceptar retos muy grandes, con todo el mundo, con vecinos, con personajes. Me miran… ¡no me miren!, les digo. Me gusta arreglarme, me gusta pintarme, soy excéntrica, me gusta ponerme pelucas, me gustan los trasvestis, y a veces tengo que vivir una vida limitada y ver qué puedo hablar delante de la gente porque no les puedo decir las cosas.

P:- Entonces no ha abandonado el sueño de volar…

-No, es que yo siempre estoy volando. Yo miro una ventana y lo único que quisiera es un par de alas para salir, y verlo todo desde lo alto. Yo estaría feliz allí… en las nubes.

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