viernes, 15 de abril de 2011

Víctor Casaus: Girón en la memoria

Por Michel Hernández

Una enorme entrega y pasión han definido la labor del poeta y cineasta cubana Víctor Casaus al frente del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.  La misma entrega y pasión que lo llevó a escribir en sus años de juventud el libro Girón en la memoria, un valioso volumen que registra los testimonios de varios de los testigos y protagonistas de aquella histórica victoria sobre las tropas enemigas en las arenas de Playa Girón.
A propósito de cumplirse 50 años de la gesta, Casaus (La Habana, 1944) conversó con Cubasí sobre algunas particularidades y anécdotas relacionadas con este libro,  que alcanzó la primera mención del Premio Casa de las Américas en 1970 y más tarde sirvió de base al documental Girón, del realizador cubano Manuel Herrera.

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Ha ofrecido varias entrevistas centradas en el alto valor testimonial de esta obra. ¿Hay algo que le haya quedado en el tintero?
El libro es una narración múltiple, en la que diversas voces –junto a otros recursos expresivos- entrelazan sus vivencias para contar la historia magnífica y terrible de aquellos días.
Para la estructura que iniciaba con este primer libro resultaba muy importante ese abanico de recursos narrativos que se integrarían, a partir de un montaje de clara vocación cinematográfica, para narrar la historia de aquellos días con sus antecedentes históricos y personales del momento y de los participantes, a manera de retrospectivas cinematográficas.
Girón en la memoria y el mundo de referencias y vivencias sobre aquellos años, tuvieron muy poco después, una extensión narrativa, a través de otro libro, este de cuentos: Sobre la marcha.
Allí están los ecos –tratados desde el territorio parecido pero diferente de la ficción– de anécdotas personales, fragmentos de testimonios no utilizados en Girón en la memoria, rafagazos de la memoria de aquellos años insustituibles.
Algo semejante ocurre con algunos textos poéticos escritos antes o después del libro de testimonios e incluidos en libros y antologías posteriores.
Y en el tintero mayor, que es la vida, están, permanecen y resurgen de vez en vez, en textos o acciones que parecieran no tener relación con este tema de que hablamos, muchos de los valores, júbilos, tragedias, conmociones personales y sociales vividas en aquellos años, repito, insustituibles.

¿Le sorprendió que fuera galardonado con el premio Casa de las Américas?

Sí fue una sorpresa, fue doble, dúplex o múltiple, porque en esa misma edición del Premio Casa otro libro mío, De una isla a otra isla, recibió mención junto a un hermano mayor y querido, Fayad Jamís, y otros colegas de oficio, también queridos, como el salvadoreño Alfonso Quijada Urías, en el género de poesía.
En el género de cuento Eduardo Heras ganaba con Los pasos sobre la hierba, incorporando ese libro a la narrativa de la violencia que enriqueció tanto nuestra literatura de aquellos años. Recuerdo que en la redacción de la revista universitaria Alma Mater, donde éramos colaboradores asiduos, celebramos, junto a Germán Piniella y otros amigos de la época, esa felicidad múltiple.

¿Qué importancia le concede al testimonio en la Cuba contemporánea?

Mucha. Tanta que he preparado, encontrando el tiempo que por lo general escasea, una edición ampliada de mi libro de ensayos y artículos Defensa del testimonio, que la editorial José Martí presentó en la pasada Feria de Libro de la Habana.
Creo que el testimonio puede seguir siendo un género vital y necesario entre nosotros, sobre todo si incorpora los desafíos que las realidades actuales (y también, por supuesto, futuras) están colocando, colocarán delante de nuestros ojos, de nuestra inteligencia y de la vocación de transformación que ha acompañado a ese género desde su aparición.

¿Cómo influyó  Girón en la memoria en la persona que es hoy y en su trabajo posterior como uno de los principales defensores  y  promotores  de la trova cubana?

Como nos dejó dicho el poeta: “todo pasa y todo queda”. Sin dudas los aprendizajes/enseñanzas personales de Girón en la memoria influyeron en esa especie de misión revitalizadora de la canción trovadorescas (con todos sus matices, tendencias y generaciones) que emprendí, junto a María Santucho y la gente del Centro Pablo doce años atrás, a través del espacio A guitarra limpia y sus crecientes cayos adyacentes: producción de discos, publicaciones impresas, espacios en la radio, la televisión e Internet.
Pero sobre todo, aplicando esa frase que un trovador nos dijo cuando comenzábamos los conciertos sabatinos hace más de una década: “El asunto es que aquí uno no canta y se va. Uno canta y se queda”. Se queda en discos, fotos, sonidos, videos, que pasarán a formar parte de la memoria de mañana.
A esa necesidad y vocación de permanencia y autenticidad seguramente contribuyó mucho lo que Girón en la memoria me enseñó en su momento. Y doy gracias, también, a esta entrevista por ayudarme a recordar. Y a confirmarlo.

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