Por Néstor Núñez
Las mentalidades y los intereses retorcidos de exiguos grupos humanos con poder suficiente como para desentenderse de la mayoría de nuestra especie, están empujando a esta casa azul y finita que se llama planeta Tierra a un colapso absoluto.
Hay un viejo dato que muy pocas veces se cita, pero que resulta contundente, revelador, dramático.
Desde la década de los setenta, hace casi 40 años, este mundo globalizado dejó atrás su posibilidad natural de reciclar los daños ecológicos derivados de la creciente actividad humana.
En términos más concretos: la Tierra perdió la posibilidad de limpiarse y recuperarse a sí, ante el enorme volumen de desperdicios líquidos, gaseosos y sólidos vertidos por el hombre en los mares y ríos, en la atmósfera y en continentes y países.
Así de sencillo. De manera que hace unos 40 años que la basura y los tóxicos se acumulan sin que la madre naturaleza pueda eliminar por sus propias vías semejante nivel de polución.
¿Consecuencias? Recalentamiento global; desaparición de fuentes de agua potable; eliminación forzosa de especies de todo tipo; destrucción de la capa de ozono; desertificación; elevación del nivel y la temperatura de los océanos; incremento de los cataclismos, en fin.
¿Hay conciencia del asunto? Es evidente que no puede decirse lo contrario. Solo que no son todos los justamente alarmados.
Los hay amigos de una retórica destinada únicamente a establecer o mantener imágenes públicas hasta los totalmente indiferentes --porque solo piensan en sus bolsillos-- como si no fuesen víctimas también de lo que se aproxima a cuenta de su dejadez intencionada y su evidente falta de materia gris.
Lo grave es que entre estos últimos militan precisamente los grandes contaminadores.
Ya en la primera Cumbre de la Tierra realizada en Río de Janeiro a inicios de la década de los noventa, George Bush padre, entonces jefe del imperio, se negó a suscribir el protocolo que comprometía a los Estados Unidos a reducir sus masivas emisiones de gases de efecto invernadero.
Años después Washington se desentendió del Protocolo de Kyoto, también negociado a favor de salvar a nuestro deteriorado planeta del recalentamiento global.
A las puertas de un nuevo encuentro este diciembre en Copenhague, Dinamarca, para reintentar frenar el deterioro medioambiental, todavía desde la Casa Blanca no aparecen signos convincentes de que el principal contaminador del orbe asumirá finalmente un serio compromiso con el futuro de la humanidad.
Mientras, los casquetes polares se transforman en turbulentas "telas de cebolla" o en agua neta, los desiertos se prolongan, las sequías y las inundaciones hacen de las suyas, y hasta jóvenes de ciertas latitudes nórdicas prueban su llegada a la "hombría" practicando el brutal rito de masacrar delfines a golpe de garfios, luego de acorralarlos por montones en las aguas bajas del litoral.
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