miércoles, 25 de noviembre de 2009

"América es todavía el reino de la perplejidad"


Por Yuris Nórido

El colombiano William Ospina ha regresado a la Casa de las Américas, esta vez como protagonista de la tradicional Semana de Autor, que cada año dedica un importante espacio de debate a la obra de destacados escritores del continente.
Ospina ha agradecido la invitación, se congratuló de estar nuevamente en la Isla ("Cuba siempre está presente: o uno está visitando el país o está soñando con venir") y abrió la jornada con la lectura de su texto El dibujo secreto de América Latina, en el que reivindica un continente variopinto, independientemente de sus rasgos culturales comunes.
"Por todas partes surge la evidencia de su diversidad", afirma el narrador, poeta y ensayista, convencido de que en ningún otro lugar del planeta la especie humana muestra tanta variedad.
Esta diversidad, según el escritor, hace recomendable "ahondar en los matices". Ospina se desmarca de los que exaltan a ultranza la pureza en la cultura latinoamericana: "nada puede declarse absolutamente nativo".
Pero en seguida apunta: "Casi nada es nativo, pero todo es original".
La globalización comenzó hace siglos
Ahora está de moda hablar de globalización, pero para Ospina ese fenómeno comenzó hace siglos. El cristinanismo; el "descubrimiento" y conquista de América fueron algunos de sus exponentes.
Según el escritor, es un proceso perfectamente natural: "La humana es una historia de diásporas", afirma, y se remite a los orígenes mismos de la humanidad, cuando los primeros ejemplares de la especie comenzaron a desperdigarse en pequeñas hordas por el continente africano. El hombre llegó a América desde Asia, a través del hielo, recuerda: "Todo arraigo es hijo de una diáspora".
Ospina destaca el valor del legado universal en la formación de una cultura: "A veces utilizamos los aportes del mundo entero para expresar lo más profundo y original de nuestro ser".
En ese sentido, considera que la literatura latinoamericana es "fruto del encuentro entre unas lenguas ya formadas y un mundo desconocido" Lenguas que, aunque no fuera ese su propósito, tuvieron que dialogar con las lenguas y culturas originarias. "Y todavía hoy siguen haciéndolo".
Como punto de partida de la tradición literaria latinoamericana, Ospina ubica a los cronistas de Indias, "que tuvieron que inventar un lenguaje" ante el maravilloso y desconocido paisaje que tenían delante.
A diferencia del devenir cultural europeo, para el que lo humano era la medida de lo divino, la exhuberancia del paisaje americano puso a estos primeros escritores en tensión entre sus propios cánones y los que exigía un mundo nuevo, que no se correspondía con la escala humana.
Todavía hoy -considera Ospina- los latinoamericanos viven en la vecindad de una naturaleza no dominada del todo. "Nuestra América es todavía el reino de la perplejidad".
Somos otra cosa
Para ejemplificar los vasos comunicantes entre lo particular -las culturas locales- y el todo -la universal-, Ospina recurre a su propio país, Colombia, probablemente uno de los más diversos del continente.
Confluyen allí las culturas caribeñas, las de la cuenca del Pacífico, la andina... Y sin embargo, en las manifestaciones artísticas de esa nación, el escritor descubre una síntesis de la cultura universal, como amasada por "la arcilla planetaria".
Es un diálogo permanente que no resta originalidad. Es más, Ospina cuestiona a los que se sienten parte de África y España: "Somos otra cosa".
Aclara que sin esa "sabia vital" que llegó de África no seríamos lo que somos hoy, pero insiste en la originalidad de nuestra cultura. Los americanos que se sienten españoles solo tienen que ir a España para darse cuenta de que no lo son. Y ese convencimiento -afirma- puede ayudar incluso a querer más a España.
Retomar la fantasía
En una parte de sus discurso, Ospina se queja de que cierta literatura abandonó la fantasía, lo soñado, componentes esenciales, ejemplifica, de las dos obras maestras en las que se sustenta toda la literatura occidental: la Biblia y Las mil y una noches.
Por eso destaca a los escritores que han reinventado el mundo y el idioma en estas tierras y señala a los modernistas -con Ruben Darío a la cabeza- y ya en la segunda mitad del siglo XX a Rulfo, Neruda, García Márquez y Borges, por solo poner algunos ejemplos.
De vuelta a la necesidad de respetar los matices que conforman el todo de una cultura, Ospina reclama "un diálogo nuevo" en el que considera que el arte debe ser protagonista.
"No es la política, sino el arte quien sabe ver a la vez el conjunto y el detalle", sentencia.
En un continente donde todavía la naturaleza resulta fascinante, apuesta por un equilibrio entre la capacidad humana de transformar y la necesidad de preservar.
Ospina a debate
Durante el resto de la semana continuarán las sesiones de reflexión sobre la trayectoria literaria de Ospina, en las que participarán escritores y estudiosos cubanos: Jesús David Curbelo, Juan Nicolás Padrón, Ernesto Sierra y Eugenio Marrón.
También está en Casa de las Américas el que está considerado como el más importante estudioso de la obra de Ospina, su coterráneo y amigo Alberto Quiroga.
El propio William Ospina hablará de su poética el jueves, mientras que el viernes tendrá lugar la presentación de su novela El país de la canela, con la que ganó este año el importante premio Rómulo Gallegos.

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Narrador, poeta y ensayista, William Ospina (Tolima, 1954) está considerado uno de los intelectuales más prominentes de un país caracterizado por su gran tradición literaria. En los últimos años, Ospina ha recibido importantes premios y reconocimientos en su país y en el continente, entre los que se destacan los Doctorados Honoris Causa de varias universidades, el Premio Nacional de Literatura por su novela Ursúa, y el Rómulo Gallegos. En Cuba, Ospina recibió en 2003 el Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada de Casa de las Américas por su libro Los nuevos centros de la esfera. El Fondo Editorial Casa, en su colección Pasamanos, publicó en 2000 su poemario El país del viento.

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