Por Daynet Rodríguez Sotomayor
Robert Enke es el último nombre en la lista de los suicidas. Era la máxima esperanza de la Manschaft, la selección germana de fútbol, para resguardar su portería en el Mundial de Sudáfrica 2010. Pero cansado de la competitividad, abrumado por la depresión, se tiró a las vías de un tren rápido.
El caso Enke conmovió a toda Alemania; pero no es el único.
Para quienes lo han perdido todo, primero el trabajo, luego la casa, la cobertura médica y por último, el status social, no es fácil comenzar de nuevo.
Y cuando el mercado laboral tampoco brinda demasiadas opciones, muchos se sienten al borde del abismo y optan por atentar contra su vida.
Así, el suicidio se ha convertido en una de las caras más tristes de la actual crisis, una tendencia ya histórica en tiempos de turbulencias y que ahora se acentúa si tenemos en cuenta que estamos inmersos en la mayor depresión desde la década del 30.
El caso de Japón, por ejemplo, es icónico. Se sabe que la nación asiática tiene una de las tasas más altas de suicidas en el mundo, pero las cifras aumentan con la actual situación: en el primer semestre del 2009 se registraron más de 17 mil suicidios, un 4,7 por ciento más en relación al mismo período del año anterior.
Eso significa que en épocas de crisis, se suicida una persona cada 15 minutos, cuando la media nacional es de una persona cada 20 minutos. Morbosos números.
Y la situación se agrava por las características culturales de los japoneses, quienes ven el suicidio como una opción honorable, especialmente aquellos hombres que ya no son capaces de mantener a sus familias o han sido acusados de corrupción.
Pero el asunto trasciende las culturas, porque en el mismo centro de la civilización occidental, en Francia, una empresa ha acaparado titulares y se ha convertido en un caso escandaloso.
En un año y medio, 26 trabajadores de France Telecom se han quitado la vida, un hecho que ha sido catalogado como una "epidemia de suicidios".
Para algunos medios, la causa radica en las medidas adoptadas por la empresa para ser más competitiva y que se agudizan en el contexto de la crisis: métodos copiados del ejército como “Time to move” (tiempo de moverse) que obliga a determinados cargos medios a cambiar de puesto cada tres años, para evitar que los jefes se encariñen con sus empleados y se opongan a las reducciones de personal o a los cambios de ubicación.
En medio del escándalo, la empresa se ha visto obligada a realizar un estudio que pronto concluirá, para evaluar el estrés laboral, la tensión, la depresión asociada al trabajo, entre otros problemas. Además, tuvo que interrumpir sus planes de reestructuración hasta finales de año.
Y del lado de acá del Atlántico, en la primera economía del mundo, las preocupaciones no son pocas.
Según el diario USA Today, en un informe de AP, "un drástico aumento del numero de suicidios relacionados con problemas económicos derivados de la crisis, se está desatando en EE.UU."
"Gente ahogada con hipotecas o al borde de ser embargados deciden suicidarse. El suicidio es la solución más facil, y trágica tanto para la víctima como para el banco que jamás cobrará la deuda, valoran los expertos.
Cuando las campanas comienzan a doblar por la recuperación económica, el caso Robert Enke, la France Telecom, las numerosas familias desgarradas, de uno y otro lado del mundo, nos recuerdan que las cosas no andan bien... y que hay demasiada gente desesperada.
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