miércoles, 18 de junio de 2014
"Memo"rable
Harold Iglesias Manresa/Cubasí
Hoy tengo que escribir, no me puedo pasar por alto un día en el que Brasil-México dieron un partidazo contrario a lo que muchos puedan pensar tras el empate con “gafas” en la pizarra. Tengo que escribir porque me fui a la cama la noche del lunes con ese único ingrediente en el umbral de mis sueños. Rostro y vestimentas de verdeamarelo, sumido en la fiebre del Castelao.
Sí, definitivamente tengo que escribir, y me descamisaré ante el mundo, soy brasileño, tuve un martes no muy católico producto de mucha carga de trabajo y gestiones infructuosas y, justo cuando pensé que borraría todo ese recuerdo inicial gris con el dulce sabor de la victoria de la canarinha, Guillermo, San Memo Ochoa, ahogó toda posibilidad del grito, de ese cántico.
Por si fuera poco sepultó el fresco recuerdo de la remontada belga 2-1 sobre los zorros del desierto argelinos, pese a igualar los diablos rojos belgas la mejor racha de partidos no amistosos seguidos sin perder (11) de toda su historia, que databa de 1980.
Pero reitero, detrás de tamaños paradones del Memo bendecido, se esconden muchos apuntes y análisis, fríos, sin esa dosis de hincha… objetivos.
Fíjense si la actuación del arquero de las águilas del América, recaló proveniente del AC Ajaccio francés, con 1.85 metros, 28 años y 58 partidos internacionales con el Tri, que no dudó en calificarlo como el partido de su vida: “Hacer esto en una Copa del Mundo contra el anfitrión y sacar el cero no es fácil, gracias a Dios se han dado las cosas así. Estoy contento porque nunca bajé los brazos y seguí trabajando. Ahora quiero disfrutar con mis compañeros y mi familia, que sufren como yo. Me quedo con el cabezazo como mejor atajada, fue la más complicada, un remate seco.”
De hecho, un viaje por la historia de esta opereta de seis letras nos hace emular la “chapa” del Memo con aquella que le recetó Gordon Banks a Pelé en el Mundial de… por esas menudas coincidencias México 1970.
Hablaba de análisis, el primero parte de la renuncia de Scolari al jogo bonito y la búsqueda de un pragmatismo de apellido efectividad que, si bien en el plano de los resultados le ha funcionado de un modo nada despreciable, fue en cierto modo desenmascarado por el once de Miguel Herrera.
Los cuates plantados de tú por tú, a pesar de la opulencia del rival, los decibelios ensordecedores de la multitud verdeamarela, y el sufrimiento de ver su arco sitiado. Sitiado toda vez que inexpugnable.
Se imponía entonces una variante de Felipao, alguna estratagema, un asomo de fútbol, de la magia de antaño, algo que opacara la “estafa” de Fred y Jo en calidad de cazadores de área, que borrara la nostalgia por la posible presencia de Yuichi Nishimura, que iluminara el medio campo brasileiro, —me cuesta pronunciar con esa cadencia de samba, de romance con la esférica, de gambetas de ensueño, de poesía escrita a ras de pasto—, para hallar una conexión mágica con el llanero solitario de nombre Neymar. Una artimaña que además, sacudiera la tenaza de siete reveses en los últimos 13 enfrentamientos contra el tri (cuatro éxitos y dos sonrisas completan el cuadro).
Es cierto Brasil buscó, adelantó sus líneas, envió sus “tanques al frente”… hasta los tres cuartos de cancha o el corner, escenarios de batalla donde ese toque para dar el tiro de gracia desaparecía.
México fue irreverente en su visita, creó peligro, hizo comerse las uñas a más de uno, dominó casi de manera inexplicable los compases en los 20 minutos de apertura en el complementario, y como es lógico, al final festejó un empate con todo la exquisitez de triunfo nada más y nada menos que frente al penta y anfitrión. Empate que casi los coloca al pie de octavos de final. Solo una debacle ante Croacia les nublaría el sueño.
Las palmas para una disciplinada y enfocada zaga mexicana, intensos e insuperables Márquez, Maza y Héctor Moreno, el Gallo Vázquez mariscal del medio campo, y Gio y Peralta moviéndose peligrosa y aguerridamente en punta. Estreno inmejorable para el uniforme roji-negro, pues el último recuerdo del Tri vistiendo chamarreta roja databa precisamente de la edición en la que fungieron como locales por primera ocasión, en 1970.
Tengo que escribir, porque sencillamente hasta la batalla de este martes, Brasil exhibía seis éxitos ante países de la CONCACAF en Copas del Mundo, con 18 goles favorables y solo dos en contra.
Ya a estas alturas, pesan las anillas del empate, las neuronas acusan pereza, el teclado se difumina, y puede que incluso, el lector haya decidido abandonarme. Justo ahora en un último intervalo de lucidez intento cobrar nuevos matices en nuestra relación, voy a los números, y sello mi grito ahogado, ese que en definitiva no emanó de forma desgarradora de mi garganta y parafraseo al cantautor Polito Ibáñez, porque, la gente y el fútbol, son más que números…
1- Brasil y México se han enfrentado en 38 ocasiones, con el siguiente balance global: BRA 22-10 MEX (y 6 empates).
2- Ochoa es el primer portero mexicano que hace 6 paradas en un partido del Mundial desde el 19 de julio de 1966 (Carbajal vs. Uruguay).
3- Es el noveno 0-0 del país anfitrión en la historia del Mundial y el primero desde aquel “infame” Sudcorea 0-0 España de 2002.
4- México acaba con una racha de diez victorias seguidas de Brasil. Era la mejor racha vigente de cualquier selección del mundo.
5- Brasil se ha quedado a sólo 5 victorias de igualar el récord mundial de España (15 triunfos seguidos entre 2008 y 2009).
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