Daynet Rodríguez Sotomayor
¿Han pensado ustedes cómo sería el Mundial de Brasil 2014 sin migrantes? Y no hablo de los miles que han viajado al gigante
sudamericano a probar suerte, en comercios y negocios, grandes o pequeños, como parte del flujo migratorio Sur-Sur. No, me refiero a cómo quedarían los equipos mundialistas si de pronto les restáramos los jugadores que nacieron en otras naciones. Esa es la propuesta de Global Post, realmente muy interesante, que me encontré hoy en las redes sociales. Las imágenes son muy ilustrativas, porque muchas de las naciones con más fuertes políticas restrictivas en cuanto a la migración resulta que tienen, en su plantilla, un tercio y hasta la mitad de jugadores importados. Es el caso de Alemania, de Suiza, de Francia... Podría argumentarse que migrar es una normalidad en cualquier
parte del mundo. Y esa es una verdad a medias. Para empezar, yo no estoy en contra de que cada quien escoja el lugar donde quiere vivir y
desarrollarse. Esa es una opción muy personal. Pero aquí estamos hablando no de cualquier persona sino de deportistas del más alto nivel.
En un contexto mundial donde existe hasta cierto punto libre movilidad de capitales, de medios de producción, de tecnologías, pero desde las potencias centrales se ponen frenos muy grandes a la migración, ¿cómo lograron llegar? Solo porque en medio de ese panorama, las políticas de migración además de restrictivas son, esencialmente, selectivas. Clasifican los talentos deportivos, los científicos, los médicos, los profesionales. Es lo que llamamos robo de cerebros. A veces no directamente comprados tras un matiz político, como nos ha sucedido en Cuba, pero siempre fruto de las asimetrías económicas que terminan beneficiando a las grandes potencias en detrimento de las economías más débiles. Un dilema global, del que el Mundial de Fútbol es otra excelente vitrina:
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