lunes, 9 de junio de 2014
Del amor y otros candados
Daynet Rodríguez Sotomayor
¿Demasiado amor? Es la pregunta medio en broma que se hacen muchos al conocer la noticia de que una parte de la malla metálica de la pasarela de Pont des Arts sobre el río Sena, en París, se derrumbó este domingo por la noche bajo el peso de los miles de "candados del amor" que por años allí se han dejado.
Según publica The Independent, el puente fue inmediatamente cerrado al público y estaba en reparación hoy. Se trata de un tramo de un metro y medio de largo de malla que cayó al interior del propio puente, lo que confirma lo previsto por los diseñadores: era imposible que los escombros pudieran caer sobre embarcaciones de recreo y otros botes en el río.
Si bien el pequeño colapso no tuvo en el momento mayores consecuencias, ahora se teme que el hecho sea usado para impulsar una campaña contra el puente, por temas de seguridad y la supuesta "fealdad" que dejan los 700 mil candados que han cubierto esa y otras pasarelas sobre el Sena en los últimos años. Por ejemplo, cuarenta cerraduras han sido retiradas de la torre Eiffel.
En una carta abierta a la alcalde de París, Anne Hidalgo, los organizadores de la petición se quejaron de que los candados eran "como una plaga en los puentes y lugares históricos de nuestra ciudad". "Ha llegado el momento de promulgar la prohibición de las cerraduras del amor con el fin de devolver a nuestros puentes su belleza y propósito original", escribieron.
Belleza y propósito original... los demandantes parecen haber olvidado que los espacios públicos cobran más viveza cuando la gente interactúa y los hace suyos, cuando se juntan lo bello y lo útil. Salvando las distancias, me recuerda como se han cercado algunas plazas y monumentos en el centro histórico de La Habana Vieja. Un lugar icónico es la fuente de la Plaza Vieja, pero ahí están también la escultura La Conversación, en la Plaza de San Francisco de Asís, o el sitio de Diana o la escultura de Fabelo... Es imprescindible cuidar lo que se restaura, cuesta mucho devolverlos a su estado casi-original, lo sé, y también que es necesario preservar lo nuevo, pero si los recluimos en una "urna de cristal", ¿qué sentido tiene traerlos al presente? ¿es con la prohibición como educamos?
Mientras me quedo con esas preguntas, en París siguen ladrando los que nunca han sentido la necesidad romántica si se quiere de "amarrar" simbólicamente el amor. Y la pasarela de Pont des Arts se espera que mañana vuelva a abrir.
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