Por Guillermo Almeyra
Grecia resiste con huelgas generales nacionales y con combativas manifestaciones populares los terribles ajustes económicos que intenta aplicarle el capital financiero internacional. En efecto, son brutales –un verdadero remedio de caballo– las medidas drásticas destinadas a reducir la deuda (que supera en 113 por ciento el producto interno bruto) y el déficit público (de 12.7 por ciento del PIB) para hacer que la economía helena cuadre con los parámetros de Maastricht, o sea, que el déficit público no vaya más allá de 3 por ciento anual (cosa que ni Francia ni Alemania cumplen).
La congelación de los salarios, la reducción de 10 por ciento en las pensiones y jubilaciones y en los ingresos de los empleados públicos –el Estado es, de lejos, el principal empleador del país–, la prolongación de 65 a 67 años de la edad para jubilarse (en un país donde la expectativa de vida de los varones apenas supera los 75 años), el aumento de tres puntos en el IVA, la parálisis de las obras públicas y la reducción de los aportes estatales para la sanidad, la educación y los servicios en general, son medidas que equivalen a una expropiación lisa y llana de sus asalariados (que constituyen un tercio de la población) y de los pequeños campesinos minifundistas, con tierras áridas y poco productivas, y los trabajadores por cuenta propia de los servicios que, con los rurales, representan tres cuartas partes de la población económicamente activa de Grecia. › Seguir leyendo
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