martes, 3 de agosto de 2010
La tenebrosa historia de British Petroleum
Por Nazanín Amirian
Hay que ver cómo cambia la historia. La vieja British Petroleum ha sido puesta en la picota no por su sangrante currículo de expolios perpetrados en tierras lejanas, sino por el accidente que ha provocado una catástrofe ecológica sin precedentes en el golfo de México. Se trata de lo que fue la columna vertebral del imperio británico y de cuyos pingües dividendos aun hoy depende el tren de vida de millones de sus ciudadanos, algunos quizás ajenos a los costes humanos y medioambientales que originan los dividendos de una empresa unida a los conflictos organizados en otras tierras.
La hoy BP nació como Anglo-Persian Oil Company hace ya más de un siglo con el apoyo directo de las fuerzas armadas imperiales y, respaldada por déspotas que instauraba en el poder, sustraía, casi gratis, el crudo iraní allá en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. La descarada avaricia rompió el saco, y en 1951, el primer ministro doctor Mossadegh nacionalizó la industria petrolífera del país. Se sucedieron las sanciones, la primera crisis petrolera de la posguerra y un violento golpe de Estado, auspiciado por Churchill y Roosevelt y ejecutado por el MI6 y la CIA, poniendo fin a los sueños de independencia iraní. La experiencia sirvió como ensayo para reincidir con similar modus operandi (corromper a los políticos locales, financiar a los paramilitares, provocar conflictos internos) en un reguero de naciones, desde Sudán hasta Chad, Congo, Nigeria, Colombia, Ecuador, Indonesia, Pakistán, Cáucaso, Azerbaiyán, Chechenia y Afganistán, entre otras, implicada en graves violaciones de derechos humanos.
En Irak, por su papel en la destrucción del país, ha sido la principal beneficiaria de la subasta de sus vastos campos petrolíferos, gracias en parte a Tony Blair, uno de los artífices de la invasión. La estrecha relación de este político con la petrolera en los noventa –que le dio la posibilidad de hacer carrera y convertirse en el líder de la oposición– le valió el apodo de Blair Petroleum, por cómo una corporación como la BP es capaz de manipular la política de un país.
Hoy si BP agoniza ahogándose en el oro negro del Golfo de México es por ser responsable de la pérdida de miles de puestos de trabajo en un país occidental, en nada menos que en EEUU.
Publico
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