Quizás la mayoría de la humanidad no lo ha comprendido pero él lo tiene muy claro. Después de analizar miles de cables y mensajes, de escudriñar los entresijos de la información global y de la diplomacia del imperio, Fidel está convencido de que una nueva conflagración nuclear podría estallar en breve y ha dedicado sus actuales energías al más Noble de todos los propósitos: alertar y preservar la paz. Y nos ha señalado el camino para acompañarlo: persuadir a Obama, porque en las manos del líder norteamericano está "la única posibilidad de evitar la guerra". Como nos adviritó ayer ante la Asamblea Nacional, en lo que consideró el encuentro cumbre de sus recientes esfuerzos, "el mensaje es urgente, no admite un dilatado diálogo entre civilizaciones", ni mucho menos la abulia universal. Hay demasiado en juego. Para que “la población del planeta (pueda) ser regulada; los recursos no renovables, preservados; el cambio climático, evitado; el trabajo útil de todos los seres humanos, garantizado; los enfermos, asistidos; los conocimientos esenciales, la cultura y la ciencia al servicio del hombre, asegurados. Y los niños, los adolescentes y los jóvenes del mundo no perezcan en ese holocausto nuclear”, debemos ser miles, millones las voces. Y cada grito cuenta.
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