martes, 21 de febrero de 2012

La olla empieza a soltar vapor

Por Isaac Rosa

Parece de justicia que las primeras cabezas abiertas de la crisis sean en Valencia, que los primeros puntos de sutura a manifestantes se cosan en el cuero cabelludo de valencianos. Tanto decir que esta comunidad es la Grecia de España por la situación de quiebra en que la han dejado años de corrupción y despilfarro, que lo esperable era que las primeras escenas atenienses se produjeran en las calles valencianas, aunque sea (por ahora) a pequeña escala.

También es de justicia que las primeras cabezas abiertas sean de estudiantes, y cuánto más jóvenes, más acertado: son ellos, los hoy adolescentes, las mayores víctimas de la crisis y las políticas contra la crisis. Mientras sus padres tienen más o menos resuelta ya la pensión futura, y sus hermanos mayores todavía pueden aspirar al mileurismo, ellos sufrirán de inmediato el deterioro del sistema educativo, para el día de mañana ser arrojados a un mercado de trabajo salvaje, con ofertas de empleo irrenunciables en Laponia.
Por supuesto, hay que condenar la violencia de estos muchachos. Porque lo suyo es violencia pura y dura, y merece jarabe de porra. Ya saben cómo va esto: cortar la calle es violencia; recortar el presupuesto educativo no es violencia; manifestarse sin autorización administrativa es violencia; hacer pagar a la comunidad educativa tu mala gestión de décadas no es violencia.


Quien no quiera verlo, que siga con los ojos cerrados, que piense que lo de Valencia son sólo un puñado de alborotadores, juegos de adolescentes que encuentran diversión en correr delante de la policía. Otros en cambio vemos en el pequeño estallido valenciano un chorro brusco de vapor que sale de la olla a presión en que están convirtiendo este país, con cada vez más colectivos cabreados, cada vez más gente al límite de su paciencia, y cada vez más ciudadanos que, como en Grecia, ven con desesperación que su protesta pacífica es desoída.

La temperatura de la calle está subiendo, y quien no lo vea y se entretenga en echar cuentas de manifestantes (como ayer Cospedal con las protestas del domingo pasado), acabará quemándose.

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