Feliz fin de semana. Va la compañía del más breve pero siempre intenso Miguel Hernández, con poemas del Cancionero y Romancero de ausencias (1938-1941). Ojalá lo disfruten...
[1]
Ropas con su olor,
paños con su aroma.
Se alejó en su cuerpo,
me dejó en sus ropas.
Luchas sin calor,
sábana de sombra.
Se ausentó en su cuerpo.
Se quedó en sus ropas.
[2]
Negros ojos negros.
El mundo se abría
sobre sus pestañas
de negras distancias.
Dorada mirada.
El mundo se cierra
sobre sus pestañas
lluviosas y negras.
[3]
No quiso ser.
No conoció el encuentro
del hombre y la mujer.
El amoroso vello
no pudo florecer.
Detuvo sus sentidos
negándose a saber
y descendieron diáfanos
ante el amanecer.
Vio turbio su mañana
y se quedó en su ayer.
No quiso ser.
[4]
Tus ojos parecen
agua removida.
¿Qué son?
Tus ojos parecen
el agua más turbia
de tu corazón.
¿Qué fueron? ¿Qué son?
[5]
En el fondo del hombre
agua removida.
En el agua más clara
quiero ver la vida.
En el fondo del hombre
agua removida.
En el agua más clara
sombra sin salida.
En el fondo del hombre
agua removida.
[6]
El cementerio está cerca
de donde tú y yo dormimos,
entre nopales azules;
pitas azules y niños
que gritan vívidamente
si un muerto nubla el camino.
De aquí al cementerio, todo
es azul, dorado, límpido.
Cuatro pasos, y los muertos.
Cuatro pasos, y los vivos.
Límpido, azul y dorado,
se hace allí remoto el hijo.
[7]
Sangre remota.
Remoto cuerpo,
dentro de todo:
dentro, muy dentro
de mis pasiones,
de mis deseos.
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