martes, 25 de octubre de 2011
Peete Seeger se une a los Indignados contra Wall Street
Desfilaban unos 600 por Broadway, cantando canciones reconocidas por cualquiera que en algún momento haya participado en una protesta social, en un movimiento popular, durante los últimos 70 años; la procesión fue encabezada por un hombre alto, delgado, de ojos azules, con la mirada siempre hacia el horizonte, caminando a un ritmo veloz con dos bastones para apoyarse; por el que es el maestro de música de las luchas de generaciones, legendaria figura de la música folk, las canciones del pueblo.
Pete Seeger, de 92 años, ha acompañado movimientos y protestas desde los años 40. Junto con el gran cantautor de folk Woody Guthrie, apoyó movimientos de jornaleros, de trabajadores y granjeros víctimas de la gran depresión, impulsando el canto colectivo (no hay concierto de Seeger en que el público no sea participante). Seeger fue quien le enseñó al reverendo Martin Luther King Jr. We Shall Overcome, canción que se volvió himno del movimiento de derechos civiles. También compuso y/o cantó algunas de las canciones más famosas contra la guerra en Vietnam, contra las intervenciones estadunidenses y otras más recientes relacionadas con su pasión ambientalista.
Bob Dylan y Bruce Springsteen lo reconocen como inspiración (Springsteen grabó un disco en tributo a él, con una banda que conformó, llamada los Seeger Sessions). Cuando Seeger cumplió 90 años se armó un megaconcierto en el Madison Square Garden, donde participaron Springsteen, John Mellencamp, Joan Baez, Richie Havens, Dave Matthews, Taj Mahal y Ani DiFranco, entre otros.
Ahora, acabando un concierto en beneficio de su organización ambientalista para limpiar el río Hudson a eso de las 23 horas del viernes, Seeger invitó a su público a sumarse a los de Ocupa Wall Street que esperaban afuera. Salió con su nieto, el músico Tao Seeger, y otros, y empezó la gran procesión. Seeger caminaba rodeado de veteranos y novatos de la lucha al sumarse al movimiento de protesta Ocupa Wall Street sobre Broadway, desde la Calle 95 con destino al monumento a Colón en la Calle 59 (un par de kilómetros), mientras se cantaban las canciones que han acompañado con su voz, a las grandes luchas sociales de este país: la famosa de Woody, This Land Is Our Land, también We Shall Overcome, We Shall Not be Moved (espiritual pero con versiones modificadas para ser de lucha sindical) y la que nació en una lucha de mineros Which Side Are You On, y This Little Light of Mine, entre otras. Así, los ecos de generaciones de lucha se juntaron con la más reciente expresión rebelde y disidente de este país.
"Ahora estoy llorando", dijo un hombre que caminaba en la procesión; varios más decían lo mismo al comentar en vivo mientras se transmitía por Livestream el desfile de los de Ocupa Wall Street. "Yo canté con él en 1947", afirmaba uno. "Yo canté con él en 1968", añadía otro. "Con Pete con nosotros, ahora sí esto ya es un movimiento de protesta", decía otro más.
El hijo de Woody Guthrie, Arlo –también reconocido músico del circuito folk– y otros, lo esperaban en el monumento, donde cantaron unas tres o cuatro canciones más entre todos. "Marchamos estas largas cuadras para apoyar que el 99 por ciento retome la democracia", declaró el músico folk Tom Chapin. Seeger, al llegar al destino, levantó su bastón y le pegó simbólicamente a un toro que forma parte del monumento; el toro como símbolo del sector financiero de Wall Street. Ahí hizo que todos empezaran a cantar We Shall Overcome.
En esa procesión, en esas canciones, se expresaba la esencia de esta ola de protestas, como si fuera respuesta a todos aquellos analistas, políticos e intelectuales que han expresado su simpatía pero que se suman a las críticas de sectores reaccionarios al insistir en que toda esta expresión está "bien" y tiene sus razones, pero que les parece demasiado ambigua, inmadura y aconsejan –sin que nadie les pregunte– que Ocupa Wall Street necesita tener líderes, formular demandas específicas, tener un programa político y más. Pero se les olvida escuchar las canciones, la nueva música interrelacionada con la que viene desde hace décadas.
Al responder a los que solicitan "demandas", Ocupa Wall Street recientemente afirmó: “nosotros somos nuestras demandas… esto es una conversación, organización y acción enfocada en poner fin a la tiranía del 1 por ciento (los más ricos)”. En sus acciones, afirman, están las demandas. Subrayan que es una lucha contra el poder que tienen el sector financiero y las empresas multinacionales sobre la democracia y de "revelar cómo el 1 por ciento más rico está escribiendo las reglas de una peligrosa agenda económica neoliberal que nos está robando el futuro". O sea, no es sólo una demanda por la democracia política, sino algo mucho más peligroso para las cúpulas: por la democracia económica también.
El periodista Chris Hedges, premio Pulitzer, ex corresponsal de guerra del New York Times y ahora escritor independiente, también ofrece una respuesta a los que insisten en que este movimiento tiene que caber dentro de algún marco político convencional, sea de izquierda o del establishment. “El movimiento Ocupa Wall Street, como todo movimiento radical, ha destruido los estrechos parámetros políticos. Propone algo nuevo. No hará concesiones con sistemas corruptos de poder. Se aferra a los imperativos morales sin importar el costo. Enfrenta a la autoridad desde un sentido de responsabilidad. No está interesado en las posiciones formales de poder. No busca puestos políticos. No está intentando impulsar el voto. No tiene recursos… Sólo puede pedir que usemos nuestros cuerpos y voces, frecuentemente a riesgo personal, para responder. No tiene otra manera de desafiar el Estado corporativo. Esta rebelión crea una comunidad real en lugar de una administrada o virtual. Afirma nuestra dignidad. Nos permite volvernos seres humanos libres e independientes”.
Por eso, a veces, el canto colectivo de las generaciones, como siempre ha sabido Pete, es donde se escuchan no sólo los ecos del pasado, sino también los del futuro.
Canto de Generaciones. Por David Brooks
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/10/24/opinion/031o1mun
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