Por Isaac Rosa
Hasta ahora, uno regresaba en septiembre y medía la duración de sus vacaciones por los cambios que veía en el barrio: un bar nuevo, una tienda cerrada, una glorieta reformada, una calle que cambia de sentido. Pero agosto ya no es lo que era, y este año volvemos con sensación de haber pasado un lustro en coma, por lo que ha cambiado todo.
De entrada, el ejemplar de la Constitución que tenemos en casa ya no sirve, pues los dos grandes partidos han acordado una reforma veraniega y a la carrera, en los minutos de la basura de la legislatura. Gracias a ello, tampoco el Estado del Bienestar es el que dejamos en julio, ya que el nuevo artículo de la Constitución es otra vuelta de tuerca en su desmontaje.
Más cambios en agosto: de repente el país huele más a incienso y agua bendita, España es menos aconfesional de lo que era hace un mes, o si lo prefieren, más confesional, tras su entrega incondicional al papa. Los de Madrid, a cambio, encontramos el aire más limpio, tras más de una semana con media ciudad cerrada al tráfico. Tambiénvemos la ciudad menos pecadora, tras los miles de absoluciones que los comerciales vaticanos repartieron en las rebajas del Retiro; aunque como el aire limpio, esto
también durará poco, que ya nos conocemos.
Tampoco ha habido vacaciones en Libia, donde la OTAN conquistó Trípoli y casi se ha embolsado un nuevo país petrolero. Sí, la OTAN, porque aunque en las fotos aparezcan los heroicos rebeldes, es la Alianza (es decir, nosotros) con sus toneladas de bombas, drones, envíos de armas y los eufemísticamente llamados "asesores", quien va a ganar esta guerra, garantizando que la nueva Libia nazca en deuda con sus salvadores, y necesite su protección durante una temporada.
No sé a ustedes, pero a mí me parece fatal que hagan y deshagan tanto en un mes que hasta ahora se respetaba como inhábil. Es como si te meten un gol en el descanso, mientras estás en la ducha, y sube al marcador. Tongo, tongo. De modo que el principal cambio de este agitado agosto ha sido precisamente la abolición de agosto, y sin consultarnos en referéndum.
Yo, de natural mal pensado, temo que además de aprovechar que estamos con la guardia baja, haya otra intención: cargarse agosto para de paso acabar con las vacaciones (pagadas, se entiende), que se han ido convirtiendo en un privilegio de cada vez menos trabajadores.
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