Por Raúl Bracho
Las manijas del reloj corren infalibles en el conteo del pentágono. Nada ha logrado pararlas. Todo apunta a que sea la decisión final, un segundo antes, del pulso de Obama, antes de apretar el botón que dispare la primera bomba. Las denuncias de Fidel Castro solo hacen eco en los pueblos despiertos, pero no logran respuestas “oficiales” ni posturas de político alguno en todo el globo terráqueo.
Navegamos en un mar de incertidumbre al lado de los barcos que corren el destino de ser detenidos en los puertos de Irán para ser revisados, el oleaje de esas aguas agitadas del medio oriente salpican con olas de angustia el corazón de toda la humanidad. El gran silencio de las demás potencias nos deja solos ante un destino que perece indetenible. ¿Qué podemos hacer los jóvenes, los niños, los padres y madres, los hombres y mujeres que vivimos esta angustia? Creo que es nuestra responsabilidad ir a frenar la agujas del reloj nuclear, pero la incógnita del ¿qué hacer? no la hemos superado, nos detiene en una espera terriblemente angustiosa.
Ya se acaba el tiempo de esperar que sean grandes instancias o poderes quienes asuman la responsabilidad. La movilización de los pueblos ante este terrible presagio debe ir más allá de la invocación a la decisión de un solo hombre: Obama no puede tener nuestro destino sobre el dedo que tiene puesto en el gatillo mortal. Fidel solo tampoco podrá detener el holocausto.
Leo de la convocatoria en España a una huelga general para este próximo día 29S, para detener las reformas laborales del Estado Español. No dejo de transpolar esta convocatoria a la primera huelga general para evitar la guerra, a la primera marcha mundial contra el conflicto nuclear, a la ejecución de actividades de calle para pedir la paz.
El miedo al precipicio no puede ser el único combustible para generar la fuerza que detenga esta locura del imperio. Tiene que haber una discusión cada día más clara y fuerte en todos los ámbitos, los pueblos, los jóvenes, los niños, debemos tomar las calles y todos los espacios. En cada país donde se marche hacia nuevas sociedades se debe invitar a las niñas y niños para que desde las asambleas o congresos de nuestros países les envíen de forma oficial mensajes a Obama y al mundo, a tomar las calles y hacer cadenas humanas por la paz mundial, por el desarme nuclear, por la vida.
La raza humana, es cierto, ha cometido muchos errores en su desenvolvimiento como especie, pero siempre ha habido un rumbo hacia un mundo mejor. Aquellos que hoy estamos vivos debemos hacer hasta lo imposible por impedir que todo se pierda. No tendría sentido que nuestra especie pase a la historia como la raza suicida de cuyas manos penda la culpa del gran incendio nuclear. Sería el fracaso mas terrible que viviríamos. A pesar de los grandes daños que nuestra especie ya le ha ocasionado al medio ambiente, a pesar de las grandes injusticias en las que nosotros mismos vivimos, a pesar del hambre y de las terribles guerras, vale la pena la vida.
Siento que este momento crucial deberá generar la conciencia necesaria para terminar de pasar la puerta de la prehistoria y comenzar a asumir con más responsabilidad y amor nuestra propia presencia en el planeta. Siento que la raza toda debe levantarse como un gigante ante esta encrucijada tan dantesca. Si algo debe unirnos es el amor al derecho a la vida para todos los niños y niñas que nosotros hemos parido, no tenemos el derecho a anularles el derecho a un futuro, a un mundo, a un planeta.
Sueño en las noches con enormes marchas de seres humanos vestidos de blanco, el color de la paz, con cientos de soldados que desertan y destruyen el armamento que tienen asignado, con una desobediencia civil convocada por la paz del mundo, con el grito expreso de todos los poetas, con el canto general de mi especie en todas partes, con las madres y sus hijos pequeños llevando flores en las manos ante las estatuas de todos nuestros héroes para invocar sus espíritus, con la gran huelga mundial por la paz que le abra los ojos a esos pocos dueños del destino cuya sangre está infectada por la rabia genocida imperial.
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