lunes, 6 de julio de 2015
El voto de la dignidad
Luis Hernández Navarro/La Jornada
En Grecia ganó el voto de la dignidad sobre el voto del miedo. Fracasó el intento de las instituciones de dar un golpe de Estado blando contra un gobierno antiausteridad y de humillar al pueblo griego. Este 5 de julio, con la victoria del no, la política de la gente derrotó al chantaje económico.
Como dijo el clásico: fue un triunfo claro, contundente e inobjetable. El no ganó por una diferencia de casi 22 puntos porcentuales y lo hizo en todas las regiones, incluidas las zonas rurales, donde las políticas de la Unión Europea destrozaron la producción agrícola.
Triunfó el no remontando una campaña de temor en la que el Banco Central Europeo cerró la posibilidad de aportar más liquidez a los bancos helenos, forzando el control de capitales y el cierre de entidades financieras.
Ganó el no, al frenar la intentona de la troika de dar un golpe de Estado blando para derrocar el gobierno de Syriza. Como lo denunció el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, en una entrevista con el diario El Mundo: “todo esto lo tenían preparado desde el principio. Ya hace cinco meses existía un plan para acabar con un gobierno que no aceptaba dejarse chantajear por el establishment europeo”.
Los tiempos están cambiando. El 31 de octubre de 2011 el entonces primer ministro griego, Yorgos Papandreu, intentó someter a referendo la firma del segundo plan de rescate financiero, acompañado de draconianas medidas de austeridad. Los jerarcas europeos, con Angela Merkel y Nicolas Sarkozy a la cabeza, se le fueron al cuello: llamaron a Papandreu a la cumbre que el G-20 realizaba en Cannes y lanzaron un ultimátum: la consulta no podría ser sobre el rescate, sino sobre la pertenencia de Grecia al euro.
El primer ministro se dobló. Un buen número de legisladores de su partido, el socialdemócrata PASOK, lo traicionó y buena parte de la oposición le declaró la guerra. Papandreu retiró el llamado al referendo y dimitió, a pesar de que él iba a pedir que se votara por la aceptación del plan de austeridad. En su lugar se nombró un gobierno de coalición encabezado por el ex banquero Lucas Papademos.
Pero ahora la historia fue diferente. Aunque las instituciones quisieron repetir la medicina que le recetaron a Papandreu y dieron de manotazos en la mesa, Alexis Tsipras sostuvo el referendo, llamó a votar por el no y obtuvo una abrumadora mayoría.
Su posición negociadora es ahora más fuerte. Tiene el respaldo mayoritario de su pueblo, de casi el doble de los que votaron por él en enero de 2015. O, dicho de abajo arriba, la intensa movilización social contra la austeridad que se vive en el país heleno desde las protestas juveniles de diciembre de 2008 cuenta hoy con un primer ministro que la expresa y defiende.
Los griegos hablaron y ahora les toca mover ficha a los representantes de la Europa de los capitales. Algunos de sus representantes más conspicuos se empeñan en hacer realidad sus amenazas y poner a Grecia fuera de la eurozona (lo que se ha bautizado como Grexit). Para ellos, el no griego significa un no a Europa. Ni tardas ni perezozas, las firmas JP Morgan y Credit Suisse expresaron su preocupación por el futuro y señalaron, cada una por su lado, que la posibilidad de que se produzca la Grexit es de 70 y 75 por ciento.
Y, ante el triunfo del no, Georg Fahrenschon, presidente de las cajas de ahorro alemanas (Deutscher Sparkassen und Giroverband), uno de los principales inversores privados en deuda pública europea, dijo que Grecia rompió las reglas del euro y debe abandonar la moneda única.
Pero el primer ministro Tsipras –y con él la mayoría de los griegos– no están de acuerdo con estas afirmaciones. Para él, la realización del referendo nunca tuvo que ver con la permanencia o no de su país en la eurozona. Es más, ni siquiera trató sobre el fin de la política de austeridad. Lo central de la consulta consistió en refrendar o no el reclamo de un descuento de 30 por ciento a la deuda y "un periodo de gracia de 20 años" para pagarla, así como de una política de austeridad distinta. “Europa –dijo Tsipras– no puede ser un camino único que conduce a las políticas de austeridad. El pueblo griego ha respondido que quiere la Europa de la democracia y la justicia.”
Este 5 de julio una nueva historia comienza y su final no está escrito. Para la Europa de los capitales representa un verdadero dolor de cabeza. Los vientos de cambio helénico podrían impulsar la nave de Podemos y sus aliados en los comicios españoles en noviembre de este año, y la del Sinn Fein en Irlanda, el próximo febrero. O podrían contagiar a países como Italia y Portugal, agobiados por sus deudas. Y, si los grandes capitales optan por darle un manotazo al tablero europeo y decir a los griegos que ya no juegan allí, ellos podrían optar por salir de la OTAN y acercarse a Rusia y China.
Por lo pronto, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, comenzó a consultar con los jefes de Estado y de gobierno de los otros 18 países de la eurozona (sin incluir al primer ministro griego) para decidir cuál será la respuesta de la Unión Europea al desafío heleno. Y este lunes celebrará una conferencia telefónica con el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.
Hace alrededor de un siglo, el gran poeta heleno Constantino Cavafis anunció en su poema Che Fece...Il Gran Rifiuto que “A algunos hombres les llega un día/en que deben el gran sí o el gran no/decir”. Ese día les llegó a los hombres y mujeres de su patria. Y ellos dijeron un justo y digno no. Y no se arrepienten de haberlo hecho a pesar del miedo, la incertidumbre y las amenazas que padecen. Porque al decir no, preservan, para ellos y para todos nosotros, la frágil flor de la democracia.
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