martes, 18 de agosto de 2009

Las palabras y los hechos de Obama en Latinoamérica

Por Antonio Lafuente

La prueba para todos nosotros no son las palabras, sino los hechos". Lo dijo un brillante orador: el presidente de EEUU, Barack Obama, al acabar la V Cumbre de las Américas celebrada en Trinidad y Tobago en abril. Obama aseguró que los hechos demostrarían la nueva era de relaciones entre su país y América Latina. Una era en la que EEUU no trataría de "dictar los términos", como había ocurrido "en anteriores ocasiones."
Casi cuatro meses después de esa Cumbre, una pregunta es obvia: ¿Cuáles son los hechos de Obama con respecto a Latinoamérica? Resulta evidente que en este medio año de presidencia demócrata, el inquilino de la Casa Blanca tiene ante sí demasiados frentes abiertos: lucha contra la crisis, la reforma sanitaria, el cambio energético hacia un modelo más ecológico y una política exterior que transcurre por otros meridianos del planeta.
Ese parece uno de los motivos, aunque no una justificación, por los que Obama apenas ha cambiado embajadores en Latinoamérica, confiando en los que ya estaban de la administración anterior o nombrando alguno, como en el caso de México, Carlos Pascual, que perteneció al equipo de confianza de George Bush.
El exceso de trabajo es el argumento esgrimido para delegar su política hacia Latinomérica en su secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien mantiene buenas relaciones con representantes de los antiguos intereses en la región, como publicó en un artículo en The Guardian Mark Weisbrot, analista del Centre for Economic and Policy Research.
Esas circunstancias explican que, tras afirmar que Latinoamérica dejaría de ser su histórico patio trasero, EEUU mantiene los intereses nacionales de antaño a través de una "diplomacia suave", dijo a Público Manuel Pérez Rocha, experto del Institute for Policy Studies, organización sin ánimo de lucro con sede en Washington.
Entre esos intereses figura la conclusión de los tratados de libre comercio pendientes de firmar en la región (Panamá y Colombia), tal y como declaró el representante de Comercio estadounidense, Ron Kir, tras la Cumbre de las Américas. Para Pérez Rocha, esa afirmación contradice "las promesas de Obama durante la campaña de volver a negociar esos acuerdos comerciales con el objetivo de que sirvieran a las necesidades de los pueblos y no a los estrechos intereses de las corporaciones".
Este analista agrega que el presidente de EEUU, a través de Hillary Clinton, ha retomado tanto la agenda de seguridad como la política comercial de Bush, mediante una iniciativa conocida como Caminos para la Prosperidad en las Américas, lo que Pérez Rocha define como un "Plan B" de la fallida Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y con la que se intenta continuar con las reglas que rigen la economía liberal, extender el perímetro de seguridad de EEUU y socavar proyectos regionales alternativos como el ALBA y la Unasur.
Honduras y Colombia
Quizá los dos mejores termómetros con los que medir la política exterior de Obama en América Latina son Honduras y Colombia. Pero mientras el primero marca una hipotermia; el segundo indica una fiebre cada vez más alta. En Honduras, el único país centroamericano en el que EEUU tiene una base, Washington ha sido criticado por no respaldar con hechos su rechazo verbal al golpe de Estado.
El presidente estadounidense se ha sacudido esas críticas afirmando: "Los mismos que dicen que no hemos intervenido suficientemente son los mismos que dicen que siempre intervenimos y son los mismos que dicen que los yankees se vayan de América Latina."
Pero Pérez Rocha explica que Obama "parece confundir el venerable e históricamente ajeno a EEUU principio de no intervención, con la obligación internacional y el derecho que tiene de cortar lazos comerciales, económicos y políticos con un Gobierno que él mismo reconoce como golpista".
Además, con esa posición, parece contradecirse, pues si no quiere ser el policía de la región no debería desembarcar en Colombia, donde va a instalar siete bases militares; una decisión que ha levantado protestas y gran preocupación en toda la región.
Tampoco debería mantener el embargo a Cuba. Pero nadie le ha pedido a Obama una intervención militar en Honduras. Como han propuesto varios analistas, bastaría con que congelara las cuentas bancarias de los responsables de la asonada o que suspendiera la ayuda militar al pequeño país centroamericano.
Otro termómetro útil para medir la política de Washington en Latinoamérica es Cuba. De momento, Obama ha abolido la prohibición de viajar a la isla a los cubanos de EEUU, así como la de enviar remesas a sus familiares; una acción que tan sólo ha supuesto un retorno a la política de Bill Clinton. Sin embargo, nadie espera en este momento nuevos avances.
Publico.es

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