Por Sheyla Valladares Quevedo
En la V Cumbre de las Américas celebrada en abril último en Trinidad y Tobago, los países latinoamericanos creyeron que se abría una nueva etapa de relaciones bilaterales entre ellos y Estados Unidos. Y en la que Obama se mostró interesado por establecer relaciones de respeto e igualdad con los países de la región.
En esta reunión el presidente venezolano Hugo Chávez le entregó a su par Barack Obama, un ejemplar traducido al inglés del libro “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano. Su acción no respondió a un gesto conciliador como muchos pensaron. Chávez dijo: “Este libro es un monumento en nuestra historia de América Latina. Es para aprender de la historia, sobre esa historia tenemos que reconstruir”.
Reconstruir significa aprehender las particularidades de la historia y la cultura latinoamericanas, aceptarlas y respetarlas. Tomar conciencia de un pasado de colonización, de conquista, intromisiones ajenas y despojo continuado de las riquezas del continente que, a través del tiempo, se han transformado y perfeccionado para instalarse en el presente con el mismo fin: empobrecer a la región para solventar a los poderosos del sistema capitalista mundial siempre ávido de nuevas víctimas.
Al parecer los latinoamericanos le tomaron la delantera al presidente norteamericano. Los más viejos desempolvaron un libro que marcó pautas en los 70 porque llevó a las páginas la realidad de un continente donde las luchas sociales inspiradas en la Revolución cubana estaban en ciernes y al que las dictaduras del momento elogiaron prohibiéndolo en los distintos países. Los más jóvenes nos encontramos con las verdades necesarias para apuntalar cada una de nuestras certezas sobre nuestra condición de latinoamericanos.
Por eso sabemos de lo que habla Galeano cuando dice ¿Tenemos todo prohibido, salvo cruzarnos de brazos? La pobreza no está escrita en los astros, el subdesarrollo no es el fruto de un oscuro designio de Dios. Corren años de revolución, tiempos de redención. Las clases dominantes ponen las barbas en remojo, y a la vez anuncian el infierno para todos. En cierto modo la derecha tiene razón cuando se identifica a sí misma con la tranquilidad y el orden: es el orden, en efecto, de la cotidiana humillación de las mayorías, pero orden al fin: la tranquilidad de que la injusticia siga siendo injusta y el hambre hambrienta. Si el futuro se transforma en una caja de sorpresas, el conservador grita, con toda razón: «Me han traicionado.»
Si Obama ha leído concienzudamente Las venas… habrá entendido por qué los pueblos latinoamericanos, en cuyo centro hoy despierta el hondureño, han iniciado sus propios procesos democráticos, autóctonos, perfectibles.
Entonces Norteamérica, según la política que declaró Obama, debe empezar por respetar las transformaciones que impulsan para eliminar las estructuras de poder y sus representantes, que los hicieron esclavos, los aislaron y los vendieron al mejor postor, ya fuera España en el pasado, ya sea Estados Unidos en el presente.
Pero leyendo lo que dicen las noticias sobre Honduras, descubrimos que al presidente de facto Micheletti también lo han asesorado abogados y personajes, como Bennett Ratcliff, allegados a los círculos de poder del norte. Tanto es así que éste, según cuenta el The New York Times, redactó las propuestas presentadas por la delegación golpista en Costa Rica.
Conocemos el discurso del presidente Barack Obama, según el cual pretende imprimirle aires renovadores y conciliatorios, a la política exterior de su gobierno, especialmente en lo tocante a las relaciones con América Latina. Tal vez por ello ha hablado de un nuevo plan del siglo XXI en el tema de las relaciones bilaterales; al que el mandatario Hugo Chávez agregó tres elementos fundamentales: respeto, soberanía y autodeterminación, porque es un camino imprescindible para todos, los del norte y los del sur.
Al parecer el presidente norteamericano no ha tenido tiempo de poner en marcha este nuevo proyecto que adelantó en la Cumbre de las Américas, si tenemos en cuenta los recientes hechos ocurridos en Honduras. Quizá le está siendo complejo lidiar con las demandas de los halcones de su país, adictos a la beligerancia y la intromisión solapada en patio ajeno. Pero en tanto el gobierno de Estados Unidos no presione de manera efectiva a los golpistas estos encontrarán en la ayuda de Washington el oxigeno necesario para prolongar el golpe de estado en Honduras. Y Obama como presidente deberá asumir las consecuencias políticas de esta actitud o darle la razón a la opinión pública que ya lo comienza a ver en la correlación de fuerzas en Estados Unidos como una figura nominal.
Obama tendrá que tener en cuenta a Galeano, pues las páginas de su libro, escrito al calor de otras circunstancias, se actualizan al instalarse en nuestro presente un hecho que creímos haber enterrado en América Latina y el mundo: el golpe de estado. Porque como señala el escritor uruguayo: desde Cuba en adelante, también otros países han iniciado por distintas vías y con distintos medios la experiencia del cambio: la perpetuación del actual orden de cosas es la perpetuación del crimen. Sobran las explicaciones.
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