por Joaquín Rivery Tur
En los estados norteamericanos de Florida y California la pobreza alcanzó el 13 por ciento en el 2008, cifra récord para la década, y debe haber aumentado mucho más este año, del cual todavía no están las cifras. Son bombazos que registra un informe conocido como Encuesta Comunitaria de América y citado por Percy Alvarado Godoy en el sitio web Rebelión.
Por dicha fuente conocí que el desempleo en Estados Unidos era del 8,9 oficialmente, pero la desocupación real llegaba al 17 por ciento y la cifra anterior era solamente un subterfugio. Realmente es difícil imaginar la tragedia que ha producido la crisis económica en los norteños.
El informe citado indica que también se registró un aumento de la pobreza por lo menos en otros 31 estados, entre los cuales sobresalen Oregón, Indiana, Pensilvania, Michigan, Hawai, Connecticut y Washington D.C.
Los terribles estragos de la crisis global del capitalismo, a pesar de las declaraciones oficiales de que ya se tocó fondo y comenzó la recuperación, recogen también el hecho de que 10 millones de hogares se ven precisados a vivir de los bonos de alimentación del Estado, pues no tienen otra vía para subsistir.
Como se trata de Estados Unidos, es preciso aclarar que en ese país la línea de pobreza, debido al alto costo de la vida, se calcula en un ingreso anual de 22 mil dólares para una familia tipo de cuatro personas, pero en las capas empobrecidas las entradas monetarias no sobrepasan los 12 mil dólares en medio de un desempleo que va en aumento.
En ese mundo de ansiedad se destacan varias ciudades grandes, pero la más llamativa es Miami, donde las autoridades no muestran ningún interés en preocuparse por los problemas de los desempleados ni los desamparados, como señalan especialistas locales.
La situación llega en muchos casos al nivel de indigencia. El 12 de septiembre pasado, hasta el libelo Diario de las Américas admitió que miembros del Proyecto Upstart, del Sistema Escolar Público de Miami-Dade reconocían la existencia de dos mil niños sin hogar en las calles.
Por supuesto, el 70 de ciento de ellos son negros y el 20 por ciento hispanos.
Miami, convertida hoy en la ciudad hacia donde emigran los latinoamericanos ricos en fuga de las revoluciones y urbe de conspiraciones terroristas contra los gobiernos progresistas del continente, es una de las víctimas principales del incendio financiero que devora economías.
Azotada fuertemente por el descalabro inmobiliario, ya en el 2006 el 18,6 por ciento de sus habitantes sobrevivía en la pobreza y la crisis comenzaba a ensañarse con quienes no podían pagar las hipotecas de sus casas.
A principios del 2008 los tribunales habían acogido 23 543 solicitudes de desalojo por impago y la cifra continuó creciendo ese año y el actual, y nada indica que la tendencia se frenará en el 2010.
El columnista de El Nuevo Herald, Daniel Shroer Roth, quien suele sacar a la luz los males sociales y la corrupción reinante entre los que manejan la ciudad, publicó un artículo en el cual reconoció que cerca de 800 mil personas padecen necesidades de alimentos en cuatro de los condados de la Florida debido a la falta de ingresos.
No parece haber recuperación económica para la gran ciudad del sur estadounidense, siempre llena de turistas, glamour urbano, negocios ilegales y violencia a granel.
En el criterio generalizado de analistas hispanos, la situación de las comunidades pobres del condado va a empeorar porque el alcalde, Manny Díaz, se dispone a recortar el presupuesto de varios programas directamente vinculados a las capas más pobres de la población, exactamente cuando las órdenes de desalojo crecen sin parar. Miami se sigue presentando como la ciudad de playas y sol, pero su alma se debe buscar no en los grandes hoteles, sino en las desigualdades sociales que brotan como fuente surgente, llenan los espacios escondidos donde se fomenta la violencia y la droga y se pule la miseria humana.
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