lunes, 26 de mayo de 2014

La soberanía en tiempos de globalización: retos y desafíos



Daynet Rodríguez Sotomayor

Polémico y cuestionado desde hace siglos por estudiosos de la Ciencia Política y el Derecho, y más recientemente, de las Relaciones Internacionales, el concepto de Soberanía sigue convocando, en las nuevas circunstancias de un mundo globalizado, al debate y la revisitación. ¿Es aplicable en la actualidad la noción de soberanía? ¿Cuáles son los riesgos y amenazas que la circundan? ¿Qué tan soberano puede ser un Estado en tiempos de dependencia política, económica, tecnológica…? ¿Existen perspectivas para un fortalecimiento de la soberanía en el contexto de un Sistema Internacional cada vez más multilateral, y a la vez, unipolar, donde se pretende imponer la “gobernanza global” desde los centros de poder? Estas y otras interrogantes permean la teoría y la praxis en torno a la construcción de una Soberanía del siglo XXI.

Globalización y desafíos

En una concepción más general, acuñada por el Fondo Monetario Internacional (3), la globalización “es una interdependencia económica creciente del conjunto de países del mundo, provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al tiempo que la difusión acelerada y generalizada de tecnología". Pero me gusta el acercamiento del doctor Osvaldo Martínez, hasta hace muy poco director del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (4), y del investigador Silvio Barró Herrera, del Centro de Estudios Europeos(5), para quienes este fenómeno intenta extrapolar a todas las naciones el modelo económico y el sistema político social imperante en los países centrales de Occidente, tiene como signo demostrativo el capital financiero y en particular la especulación financiera, los agentes que la operan e impulsan son las transnacionales y el manejo de la economía nacional está limitado a imperativos globales, dirigidos a la imposición de una realidad que se afirma es la única posible. Según ambos estudiosos, han perdido sentido las fronteras nacionales, se ha quedado sin base de sustentación económica propia el Estado, y resulta cuestionado el concepto y el ejercicio de la soberanía nacional, y las concepciones globalizadoras de los países occidentales parecen moverse en 3 planos paralelos: 1-Se hace la apología de los procesos para la formación de grandes bloques económicos-comerciales; 2- Se pretende demostrar el carácter anacrónico del Estado y de las fronteras nacionales; y 3-Se busca el debilitamiento del Estado por la vía de la descentralización de sus funciones.

En el nuevo contexto, ¿cuáles son los desafíos? Aún cuando “desde un punto de vista político y jurídico”, el mundo puede describirse “como una suerte de ‘rompecabezas’ o ‘mosaico’ de Estados soberanos”(6), y todavía se reconoce como una característica esencial de los estados, la autonomía y autodeterminación de su propia estructura, organización, gobierno y soluciones, la globalización ha puesto en crisis el paradigma del estado como principal actor de las relaciones internacionales, y lo ha “obligado” a ceder espacios a lo que parece ser cada vez más una gobernanza supranacional, personificada en los monopolios y las transnacionales y en instituciones multilaterales como las Naciones Unidas, o en esquemas de integración y “cooperación” verdaderamente desiguales como la Unión Europea o los Tratados de Libre Comercio. La Alianza del Pacífico, por ejemplo, revitalizada por el presidente estadounidense Barack Obama, es percibida con “más importancia ideológica que económica en América del Sur (…) y sería casi insignificante políticamente si no se tratara de una pequeña franja del proyecto  (de Obama) de crear una Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés), pieza central de su política de reafirmación del poder económico y militar en la región del Pacífico” (7), y un intento por hacer frente a ideologías y esquemas de integración contrahegemónicos como el ALBA o la propia Mercosur. Durante la más reciente crisis financiera internacional, aun en curso, se ha evidenciado el papel interventor e injerencista de la troika europea en políticas internas de algunos de sus países miembros: Grecia y España, por ejemplo, han pagado un alto precio en ajustes del gasto público y otros recortes, por los rescates recibidos. Mientras, otro ejemplo icónico de  las consecuencias a veces devastadoras de los tratados de libre comercio, lo sigue siendo el caso mexicano. “Desde que el maíz barato de los Estados Unidos empezara a inundar el mercado mexicano, los precios de maíz que recibían los productores mexicanos cayeron en un 70%. Más de un millón y medio de nacionales que trabajaban en el sector agrícola perdieron sus empleos. Y no se han creado suficientes empleos nuevos para dar trabajo a la gente del campo. (…) El TLCAN ha restado soberanía a los gobiernos democráticos; ha contribuido a la destrucción ambiental; ha aumentado la migración de mexicanos hacia las ciudades y hacia el Norte; y ha incrementado la dependencia alimentaria” (8).  No por gusto, “La soberanía no se negocia" era uno de los lemas que enarbolaban con claridad los pueblos latinoamericanos en la lucha contra el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) promovida por EE.UU. a principios de este siglo (9).


En un mundo globalizado, y donde se imponen las relaciones de producción capitalistas, los males inherentes al sistema también se transnacionalizan y se convierten en amenazas para la soberanía de los estados: no solo hablamos de dependencia económica y política entre las naciones del centro y la periferia, ya antes mencionada, sino de la depredación y agotamiento de los recursos naturales, del hambre y la inseguridad alimentaria, de la pobreza, el racismo y la violencia organizada, el tráfico de drogas, la trata de personas, las pandemias, la dependencia tecnológica y la llamada brecha digital entre países ricos y pobres, de las migraciones... Mientras se prevé que las guerras de un futuro cercano serán por el agua, y ya se emprende la colonización del espacio (una esfera no cubierta por la actual noción de soberanía); los éxodos masivos ya se han usado más de una vez como pretexto para intervenciones (como el caso de Libia), o han sido esbozados como una declaración de guerra, como sucedió en el año 1994 con la última gran oleada migratoria desde Cuba hacia EE.UU. Igualmente, fenómenos como el Cambio climático, agudizados por esa depredación ambiental, imponen retos: los pequeños estados insulares caribeños, por ejemplo, no solo verían en peligro su soberanía sino su existencia misma. Algunos expertos como Lord Deben, parlamentario inglés y presidente de la organización parlamentaria Globe International, ha señalado: “La soberanía nacional de cualquier país no existe sobre todo cuando se trata de los efectos del cambio climático, ya que la complejidad de los desafíos a enfrentar trascienden el ámbito nacional requiriendo de respuestas globalizadas. Por ello, el cambio climático demanda la participación internacional a largo plazo exigiendo responsabilidad  tanto por las acciones desarrolladas en el territorio nacional como también por las desarrolladas en otros territorios. Las relaciones internacionales están enfrentando retos nunca antes vistos” (10). Otros desastres ecológicos como los terremotos, tsunamis, accidentes nucleares, etc., podrían, y ya han sido, justificativos de “intervenciones y ayudas humanitarias”. Tal es el caso de Haití, que en enero de 2010  sufrió uno de los peores sismos que se haya conocido, agravado por su condición de nación más pobre del hemisferio occidental. Además de la natural ayuda de emergencia brindada por numerosos países en los primeros días, llegaron también las tropas norteamericanas para “contribuir”, de conjunto con la Misión de Cascos azules de la ONU allí acantonada, a restaurar la paz y el orden.

La política imperial de las potencias hegemónicas, y en especial, Estados Unidos, que no renuncia a conseguir crecientes cuotas de poder a costa de los intereses nacionales de otros estados, también es una de las claras amenazas al tema de la soberanía. En ese sentido, recorre todos  los ámbitos: desde la soberanía de los recursos económicos, el agua, la seguridad alimentaria, los temas de guerra y paz, hasta la soberanía cultural, a la que se le amenaza con la imposición, a través de los grandes medios de comunicación, de los valores hegemónicos, y la invisibilización de las culturas nacionales.
Resulta un ejercicio interesante volver a revisar la Estrategia de Seguridad Nacional de la administración de Barack Obama, diseñada para mostrar una imagen de poder blando (soft power), supuestamente propicio a fomentar el multilateralismo –en contraposición con el desastre en política exterior que legó Bush-, pero que no esconde las intenciones de EE.UU. de mantenerse como gendarme y rector del mundo. En el acápite Liderando el orden internacional de la estrategia se define como objetivo el apoyo a “un sistema internacional beneficioso para los intereses estadounidenses” a la vez que se asegura que “la seguridad mundial depende de un liderazgo estadounidense fuerte y responsable” (11). Para garantizarlo, se dice en el documento, el uso de la fuerza es a veces necesario y se hará de manera “multilateral cuando sea posible, pero unilateralmente si es necesario” (12). Libia, como antes Afganistán o Irak, ha visto llevar a vías de hecho esta directiva, con o sin mandato de la ONU. En dicha fuente documental también se define la posición de EE.UU. en algunos otros temas bastante reiterados en la actualidad como la lucha contra el terrorismo y la ciberguerra, por citar dos ejemplos. En nombre del “derecho inmanente de legítima defensa”, en ambos trazan una política que termina por afectar los derechos inmanentes del resto de las naciones. Un párrafo como este es ilustrativo: “Proponemos una convención internacional dedicada a la formación de un consenso internacional sobre el uso de aviones no tripulados, basada en la idea de que se utilicen drones cuando un Estado no puede o no va a detener a los terroristas en su propio territorio” (13). En cuanto a la ciberguerra, habría que recordar que los EE.UU. no solo son los líderes de la tecnología digital y dueños de los servidores, los controladores de dominio y tráfico en internet, la mensajería y el comercio electrónico, sino que por ese mismo derecho inmanente, han diseñado e implementado el más exquisito y acucioso sistema de espionaje cibernético, recientemente revelado: el programa PRISM, en contubernio con los grandes monopolios tecnológicos como Google, Apple, y otros, para vigilar lo mismo a sus aliados europeos,  que a presidentes y gobiernos “sospechosos” como el de Brasil o Ecuador y, por supuesto, Cuba.

La “responsabilidad de proteger”, doctrina peligrosa

En un artículo publicado en 1998, el entonces secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Kofi Annan, afirmaba: “Las fuerzas de la globalización y de la cooperación internacional le han dado un sentido nuevo al concepto básico de la soberanía de los Estados” (14). Ante los nuevos escenarios de finales de siglo, pasado el genocidio en Ruanda, la guerra de Kosovo y otros conflictos, el diplomático pedía repensar la respuesta de la ONU a “las crisis políticas, humanitarias y de derechos humanos que afectan a una gran parte del mundo; sobre los medios que ha empleado la comunidad internacional en casos de necesidad urgente y sobre nuestra disposición para actuar en ciertas zonas de conflicto, mientras nos limitamos a proporcionar con paliativos humanitarios para responder a otras crisis cuyo saldo diario de muerte y sufrimiento debería avergonzarnos y obligarnos a actuar” (15).

Annan en su texto, titulado Dos conceptos de soberanía, recordaba “el dilema de lo que se ha estado llamando intervención humanitaria: por una parte, la cuestión de la legitimidad de una acción emprendida por una organización regional sin el mandato de las Naciones Unidas; por otra, el imperativo universalmente reconocido de frenar eficazmente la violación flagrante y sistemática de los derechos humanos con graves consecuencias humanitarias” (16).

El denominado “derecho de intervención humanitaria” fue un concepto desarrollado por Occidente tras el triunfo de los movimientos de liberación en el Tercer Mundo y la derrota de las potencias coloniales especialmente en Indochina y más concretamente, en Vietnam. Los nuevos países, liberados de la ocupación colonial, se enfrentaban a situaciones catastróficas en muchos sentidos y a Occidente se le ocurrió que el “derecho de intervención humanitaria” sería una buena fórmula para mantener bajo control a sus antiguas posesiones coloniales, especialmente cuando Occidente consideró que la nueva normativa de la ONU en materia de derechos humanos, los colectivos, atacaba directamente sus intereses al aprobar la “Declaración sobre concesión de independencia a países y pueblos coloniales” en la que se decía, más o menos, que la sujeción de pueblos a una subyugación extranjera constituía una denegación de los derechos fundamentales y eras contraria a la Carta de las Naciones”. Por esta razón, prácticamente la totalidad de los países del Sur, desde el Movimiento de Países no Alineados, se han venido oponiendo a la “intervención humanitaria”. Cuba ha sido, desde hace años, uno de los principales detractores de este intento “neo-colonizador”, con el concurso más reciente de otras naciones del ALBA como Venezuela, Nicaragua o Bolivia.

Puesta en crisis la “intervención humanitaria”, empieza a cobrar auge en el seno de ONU el intento por refrendar una nueva norma en las relaciones internacionales: la “responsabilidad de proteger”. El propio Ban Ki Moon, durante su mandato, definió los tres pilares sobre los que se asentaría dicha doctrina: la responsabilidad de los estados para evitar los crímenes contra su pueblo, la responsabilidad de la comunidad internacional para detectar y evitar situaciones de este tipo y la responsabilidad de aplicar diferentes grados de coerción contra los responsables llegando, en caso necesario, hasta la intervención militar. La responsabilidad de proteger, en el fondo se rige por el principio, diríamos que cínico, de que si la interdependencia global ha roto las fronteras económicas y políticas, la defensa de los derechos humanos individuales tampoco tiene fronteras y está por encima de la soberanía de los estados. Y en la práctica, se convierte en una doctrina que legitimaría, bajo el pretexto de la defensa de los derechos humanos, el uso de la fuerza, las invasiones y la injerencia, bajo el mandato de la ONU y con la evaluación y el  liderazgo del Consejo de Seguridad y sus particulares intenciones. El doble rasero de esta política se ha podido apreciar: ¿Por qué no se ha decidido aplicar a Israel, para obligarle a cumplir con la “responsabilidad de proteger”  y defender  los derechos humanos del pueblo palestino? ¿Por qué si vale, subyacentemente, para invadir y ocupar Libia? ¿Por qué no se esgrime para terminar, de una vez y por todas, con el bloqueo económico, comercial y financiero de EE.UU. contra Cuba, que es la principal violación a los derechos humanos de nuestro pueblo?

Mientras exista un orden internacional injusto, reproductor y garante de la ideología hegemónica explotadora, la batalla contra doctrinas como “la responsabilidad de proteger”, que Cuba y la mayoría de los países del Sur siguen protagonizando, es crucial para el futuro y el destino de los pueblos. La sobrevivencia del concepto de soberanía, cada vez más en crisis en un contexto donde prevalece el poder trasnacional, pasa no solo por la aspiración (¿lejana?) de un mundo más multipolar; sino también por la democratización definitiva del Sistema Internacional y de su más visible cara: las Naciones Unidas.

BIBLIOGRAFÍA:

1.- Jellinek, Georg: Teoría General del Estado (México: Fondo Cultural Económico, 2000), 402.
2.- Cardozo de Da Silva, Elsa (2007): Teoría de las relaciones internacionales y soberanía: Construcción, Reconstrucción y Reconstrucción. Cuadernos unimetanos. RDUNIMET_2007_11_180-191.PDF
3- Qué es la globalización. Monografía. http://economia-globalizacion.blogspot.com/2006/01/qu-es-la-globalizacin.html
4.-  Martínez Martínez O, Cobarrubia Gómez F. Globalización: ¿alternativa o destino del sistema capitalista? Revista Cuba Socialista 1997;(8):37.
5.-  Baró Herrera, Silvio. Globalización y tendencias en las relaciones políticas internacionales. Revista Cuba Socialista 1996;(3):36.
6.- Fernández Pons, Xavier: Globalización económica, soberanía de los estados y políticas sociales: funciones y retos del Derecho Internacional ante el “trilema” de la globalización. Sociedad Global. Revista de relaciones internacionales y ciencias políticas.
7.- Zibechi, Raúl. Los desafíos de la Alianza del Pacífico: Soberanía regional o periferia de lujo. http://www.argenpress.info/2013/06/los-desafios-de-la-alianza-del-pacifico.html
7.- CIEPAC. http://www.ciepac.org/neoliberal/esp/tlcan.html
8.- Betto, Frei: ALCA / NTARA.
http://www.rebelion.org/hemeroteca/economia/freibetto030902.htm
9.- González, César Daniel: El concepto de soberanía frente a los desafíos del cambio climático. http://www.cronica.com.mx/notas/2011/563032.html
10.- National Security Strategy 2013 (Final Draft)
11.- National Security Strategy 2013 (Final Draft)
12.- National Security Strategy 2013 (Final Draft)
13.- Annan, Kofi. Dos conceptos de soberanía. http://www.un.org/spanish/docs/soberania.htm
14.- Annan, Kofi. Dos conceptos de soberanía. http://www.un.org/spanish/docs/soberania.htm
15.- Annan, Kofi. Dos conceptos de soberanía. http://www.un.org/spanish/docs/soberania.htm

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