miércoles, 3 de junio de 2015

VII Cumbre de las Américas en Panamá: una mirada desde la historia y el presente de las Relaciones Interamericanas


Por Daynet Rodriguez Sotomayor

Entre los días 9 y 11 el pasado mes de abril tuvo lugar en Panamá la VII Cumbre de las Américas. El cónclave había generado numerosas expectativas desde que el gobierno del Istmo cursara la invitación oficial a Cuba, el gran excluido por Estados Unidos en  las citas. Y cuando por fin desde La Habana se aseguró la asistencia del presidente cubano y luego Raúl Castro pisó suelo panameño y se produjo el encuentro oficial y la esperada foto con su par estadounidense Barack Obama, la euforia se apoderó de los despachos noticiosos. Por primera vez en la historia de estos encuentros, se juntaban en el mismo salón todos los países de la región y, coincidían cara a cara, los líderes de ambas naciones –Cuba y EE.UU.- en conflicto. Algunas de las primeras interpretaciones del momento afirmaban que “con el apretón de manos, el siglo XX americano moría finalmente y se abría una nueva etapa en las relaciones interamericanas” (1), mientras que otros, en un exceso de optimismo, aseguraban: “se cumplió el sueño de Simón Bolívar” (2). El presente trabajo intentará contextualizar la VII Cumbre en el devenir de las relaciones interamericanas, marcadas por la contraposición entre los proyectos de dominación y hegemonía tradicionales de Estados Unidos para la región, y el proyecto latinoamericanista, aún por concretar, de Bolívar y José Martí. Además, se tratará de exponer, en un análisis que no pretendemos agotar, los resultados de la Cumbre para el futuro de las relaciones en el continente.

Las Cumbres de las Américas: un poco de historia

A comienzos de 1994, el presidente William Clinton convocó a la celebración de la Primera Cumbre de las Américas con el propósito de “concertar intereses y políticas entre todos los gobiernos democráticamente electos del continente”, así como “fortalecer la defensa colectiva de la democracia, luchar contra el comercio de las drogas, liberalizar el comercio y la inversión y promover el desarrollo sostenible” (3).

Nacía así una nueva iniciativa que puede incluirse dentro de la larga lista de esfuerzos de instrumentación del Panamericanismo, elaborado para la región por las clases dominantes estadounidenses a fines del siglo XIX, y reactivado a su conveniencia en cada período. Dicho proyecto encuentra su basamento ideológico inicial en la Doctrina Monroe: la idea de una América para los americanos, es decir para los Estados Unidos, ha sido desde entonces central en la relación de la gran potencia con las naciones al sur del Río Bravo. Los verdaderos propósitos con respecto a la América hispana ya habían sido perfilados por los padres fundadores de los Estados Unidos, quienes siempre concibieron la región como un espacio natural de su influencia y beneficio, como su patio trasero. Si bien el proyecto panamericano se presentó desde un inicio como una cooperación y unidad entre los países del continente americano y Estados Unidos, fue en realidad un plan para sentar las bases hegemónicas. Bajo la bandera del Panamericanismo y las doctrinas correspondientes en cada período, desde el Buen Vecino hasta la Alianza para el Progreso, por poner dos ejemplos, América Latina ha visto acentuarse cada vez más la dependencia estructural, económica, política y militar a su poderoso vecino del Norte, que aseguró su hegemonía-dominación a través de todos los instrumentos posibles: desde el robo de territorios o el intervencionismo a sangre y fuego, hasta los métodos más sutiles.

Las Cumbres de las Américas surgían también en un contexto especialmente favorable para Estados Unidos: tras el derrumbe de la Unión Soviética y la desaparición del contrapeso de poder en el sistema internacional, ese proyecto hegemónico que desde siempre han diseñado las clases dominantes estadounidenses encontró las condiciones para su circunstancial realización. Se verificó entonces un breve período de mundo unipolar, dominado por dicha potencia.

Esa posición de privilegio también tuvo su expresión en las relaciones interamericanas: EE.UU. arreció los intentos de asfixiar y aislar a Cuba con la aprobación por parte del Congreso y la Casa Blanca de la llamada “Enmienda Torricelli” que desde entonces le da un carácter extraterritorial al bloqueo económico, comercial y financiero. De ahí que la Cumbre de Miami arrancó con la exclusión de Cuba, “pese a las demandas de algunos gobiernos latinoamericanos y caribeños– a causa de la fortalecida estrategia contra la Revolución Cubana que seguía desplegando el establishment de la política exterior y la seguridad, así como los sectores más reaccionarios de la mal llamada “comunidad cubana” radicada en EE.UU.” (4)

Como recuerdan los profesores Luis Suárez Salazar y Tania García Lorenzo, en su discurso en esa cita, William Clinton anunció su disposición a iniciar negociaciones hemisféricas conducentes a la suscripción del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), asunto que –con la anuencia unánime de los mandatarios participantes– fue incluido en su declaración final y en el voluminoso plan de acción aprobado por esa cumbre (5).




Luego de su reelección en noviembre de 1996, el presidente estadounidense William Clinton emprendió una nueva ofensiva político-diplomática dirigida a reverdecer lo que su entonces secretario de Estado, Warren Christopher, denominó “el espíritu de Miami” que derivaría en la Segunda Cumbre de las Américas, efectuada en Santiago de Chile entre el 18 y 19 de abril de 1998.

En suelo chileno se ratificaron los acuerdos de la Cumbre de Miami de 1994 y, luego de vencer las resistencias de algunos gobiernos sudamericanos (en particular de Brasil), se acordó comenzar de inmediato y concluir antes de 2005 las negociaciones dirigidas a la suscripción del ALCA, apuntan los profesores García Lorenzo y Suárez Salazar.

La III Cumbre de las Américas de Quebec, Canada, marcaría el inicio del entierro del ALCA y del Consenso de Washington, y sobre todo, de un nuevo tiempo para la región. El presidente venezolano Hugo Chávez se convertía en protagonista, y única voz disidente del coro hemisférico. “Oveja negra”, le llamaron los medios trasnacionales. ¿Por qué? Porque fue el único que firmó con objeciones la cláusula democrática. El único que hizo constar reservas sobre los plazos que se aspiraban para hacer del Continente un Área de Libre Comercio (ALCA). Y además, denunciaba la exclusión de Cuba y se reconocía seguidor del ejemplo de la Revolución cubana. "Llamé a Fidel el jueves, desde Santo Domingo donde hice escala para aprovisionar el avión. Espero que marchemos hacia un continente donde no haya nadie excluido. Cuba debe estar presente en todos los mecanismos de integración". (6)

La historia de Mar del Plata 2005, con George W. Bush en la presidencia de Estados Unidos, es mucho más conocida, pero vale la pena recontarla: la cumbre fue abierta por un discurso del presidente Néstor Kirchner, en el cual se llamaba a los presidentes y organismos multilaterales a reconocer las dificultades institucionales y los problemas económicos que la llamada década neoliberal había impuesto en toda América Latina, reconociendo las responsabilidades particulares de los dirigentes regionales, pero también la de los organismos internacionales y las presiones políticas impuestas por el llamado Consenso de Washington, y afirmando que la Teoría del Derrame había fracasado, y que la fe ciega en el mercado como nivelador y factor de desarrollo había  generado mayores desigualdades. Asimismo, llamaba a los Estados Unidos a asumir su responsabilidad en el colapso de numerosos gobiernos democráticos debido a las presiones económicas y desigualdades entre los países que su liderazgo ha impuesto.

Los reclamos de Kirchner fueron secundados por el presidente de Brasil, Luiz Inàcio Lula da Silva, en la segunda jornada de la Cumbre, cuando pidió permiso para desviarse de la agenda preestablecida, y lanzó un ataque contundente contra el ALCA hasta tanto los países con mayor desarrollo económico de la región no renunciasen a las medidas proteccionistas que se querían restringir en el resto de los países de América.

El punto culminante fue la intervención del presidente venezolano, para entonces ya con un sólido liderazgo en la región, Hugo Chávez, que dejó su huella al sepultar en la Cumbre de las Américas 2005 al “Alca… ¡Al carajo!”, consigna impulsada con su personal estilo y pasión.

Obama, Latinoamérica y el declive de la hegemonía

La llegada de Barack Obama a la silla presidencial de Estados Unidos tuvo como correlato la grave crisis sistémica del capitalismo mundial, y la herencia de una desastrosa política exterior de su antecesor, George W. Bush. El empantanamiento en Irak y Afganistán y el desprestigio resultante de la aplicación de la Doctrina Bush, son solo dos indicadores del inicio de la pérdida de la hegemonía norteamericana, un tema sobre el que parece haber consenso.

“Los Estados Unidos han perdido la hegemonía en lo económico y encaran la competencia de la Unión Europea, -especialmente la de Alemania-, de Japón, de China y de las economías emergentes de Brasil e India. Adicionalmente deben enfrentar el surgimiento de potencias regionales como es el caso de Rusia, China e Irán. De la bipolaridad de la Guerra Fría se ha pasado a una polaridad compleja en la que se están dando reacomodos en la correlación de fuerzas a nivel mundial y el centro de gravedad se ha desplazado del Atlántico al Pacifico y Asia” (7), considera el Dr. Jorge Hernández, director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos, de la Universidad de La Habana.

Para el politólogo e investigador Inmanuel Wallerstein, “el relativo declive del poder geopolítico de Estados Unidos está siendo reconocido por todos (…). Una política exterior más inteligente y multilateral puede al menos evitar un declive de Estados Unidos aún mas precipitado, más no revertirlo” (8).

Mientras, el analista vasco Katu Arkonada considera que “ese declive de la hegemonía estadounidense ha venido acompañada de una ofensiva en tres ámbitos, político, económico y militar, con el objetivo de mantener el liderazgo, pero en la medida en que este no puede ser logrado por consenso, debe ser alcanzado mediante la dominación violenta en una buena parte del tablero geopolítico” (9).

Por poner un ejemplo, Arkonada explica que en el ámbito económico es claro el declive de la hegemonía que han ostentado los Estados Unidos durante las últimas décadas debido a una reducción de la competitividad, de los desequilibrios macroeconómicos en comercio exterior, del cada vez más grande déficit fiscal, y de una deuda pública que ya supera el 100% de su PIB y los 60 billones de dólares. Pero a pesar de la pérdida de capacidad en el ámbito comercial y económico, el ámbito financiero muestra todavía una superioridad indiscutible de la principal potencia capitalista. (10)

En ese contexto amenazador para el proyecto hegemónico estadounidense, que es en definitiva su proyecto de nación, ¿qué papel jugaba y juega América Latina en la política exterior de la actual administración?

El triunfo electoral de Obama en el 2008 conllevaba para América Latina, un valor agregado, en la medida en que estaba en juego la continuidad de una política exterior con un enfoque globalista, de raíz geopolítica, que encuadraba las situaciones mundiales en el marco de la supuesta lucha contra el terrorismo. Y que priorizaba los intereses de la llamada seguridad nacional, con implicaciones para el tratamiento de las relaciones con los países del subcontinente,  y fundamentalmente para la evolución de determinados conflictos, estimulando tensiones y enfrentamientos.

Si se mira la Estrategia de Seguridad Nacional del 2010, donde América Latina y el Caribe reciben un limitado tratamiento como región, al ser abordada en un solo párrafo de cinco líneas, en un documento de 52 páginas, puede concluirse que el continente no ocupa un lugar estratégico en los intereses de EE.UU. Y esa ha sido la interpretación mayoritaria del documento que expresa las prioridades de la política exterior norteamericana en cada mandato. Pero que la región esté poco representada en palabras no necesariamente significa que esté fuera de los intereses de Estados Unidos. Es más, me inclino a pensar que se sobreentiende la continuidad en la concepción de la región como espacio natural de influencia.

En un interesante análisis de la política latinoamericana de la administración Obama, el profesor cubano, Dr. Luis Suárez Salazar identifica cinco ejes de acción (11), que son válidos también para desbrozar la VII Cumbre de las Américas. 

- El primero sería contra el ALBA-TCP. Esa era una línea –señala- con diferentes expresiones, pero colocando en el centro de sus estrategias las políticas contra Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, aunque por supuesto no con las estrategias brutales de Bush. En esa lógica debemos colocar el golpe de estado en Honduras. Algún día sabremos cuantos sabia Obama o no, pero lo cierto fue que termino respaldando el golpe, y lo que vino después”.

- El segundo eje es lo que denomina como el esfuerzo de Obama por “re-controlar el gran Caribe”, lo cual incluye a México, Centroamérica, el CARICOM, la República Dominicana, Venezuela, Colombia, la República Cooperativa de Guyana y Surinam. En este aspecto se resalta el carácter esencialmente continuista de Obama con respecto a la de Bush.

- El tercer eje consiste en el “control del pacifico”, orientado más que todo a enfrentar la influencia de China, tanto en su propia región como en otras del mundo, incluida la América Latina, con lo cual la administración de Obama pretende contrarrestar el punto más débil de sus sistema de dominación en el continente americano: el Atlántico Sur.

- El cuarto eje se define por el interés en evitar que Brasil se convierta en una potencia global, y por lo tanto la estrategia de la actual administración norteamericana trata de controlar o neutralizar la posibilidad de que esa potencia emergente se convierta en una potencia antagónica que rivalice con los Estados Unidos.

- El quinto eje está vinculado con lo que llama “ralentizar los procesos de concertación política, cooperación e integración económica que se están desplegando en América Latina al margen de la voluntad de Estados Unidos. Ahí estaría por ejemplo el desafío de la CELAC para el Sistema Interamericano.

Suárez Salazar preveía un escenario de continuidad de esos ejes en el segundo mandato de Obama, con  algunos cambios, siempre orientados a lograr la recomposición de su sistema de dominación en el continente americano.

“Dentro del discurso de la clase dominante norteamericana —explica— hay dos palabras claves: prosperidad y seguridad. Durante el primer mandato de Obama la seguridad estaba muy sobredimensionada con respecto a la prosperidad. Pero ahora, en los discursos que hizo durante su visita a México y en la Cumbre del SICA, habló más de la prosperidad, aunque obviamente sin abandonar el componente de “la seguridad”. Y, a su vez, esa “prosperidad” siempre aparece asociada a la profundización o ampliación de los mal llamados tratados de Libre Comercio con Estados Unidos (12).

En definitiva, la gestión de Obama en su primera administración y durante los primeros compases de la segunda “ha estado por debajo de las estimaciones de los pronósticos, dejando un legado de promesas no cumplidas, de iniciativas sumamente moderadas, de reacciones tibias y hasta injerencistas hacia procesos  revolucionarios indoblegables, como los de Venezuela y Cuba”. (13)

Para Obama, la V Cumbre de Trinidad y Tobago  fue el choque con la realidad, la primera prueba de fuego. En su examen ante la comunidad  interamericana, propuso sus ideas sobre la relación: renovar el liderazgo, la credibilidad y la influencia de su país sobre el hemisferio occidental, argumentando la conveniencia de que los Estados Unidos comenzaran una Nueva Era en sus relaciones con América Latina. Es importante resaltar y recordar que Obama no dejó de circunscribir su política exterior con respecto a la región a las bases históricas establecidas desde la Doctrina Monroe y el Panamericanismo hasta la Alianza para el progreso y la Iniciativa para las Américas en un claro continuismo.

Las dimensiones militares y de seguridad de la “nueva” alianza de las Américas promovida por Obama a través de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) y de la llamada iniciativa Mérida, ambas impulsadas desde antes por la Administración Bush, reflejan de manera clara la continuidad básica, por encima de las diferencias formales, de estilo y tono, con anteriores enfoques sobre la seguridad nacional, concebida como eje de la proyección latinoamericana de Estados Unidos.

En Trinidad y Tobago se le dio un voto de confianza a Obama sobre temas como la exclusión de Cuba, pero en Cartagena de Indias, Colombia, la rebelión estalló y el subcontinente advirtió al líder que esa sería la última Cumbre sin la isla caribeña.

Estaba claro que el proyecto pan-latinoamericanista de Bolívar y Martí, el ideal de una América Unida, alerta ante “el desdén del vecino formidable”, había resurgido en los nuevos gobiernos progresistas, nacionalistas y de corte emancipador que se habían ido produciendo en América Latina. Ese consenso se hizo más evidente con el surgimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), concebido como un mecanismo de concertación, un espacio de diálogo político para buscar soluciones conjuntas a problemas comunes.

La CELAC se ha sumado al reconocimiento y la legitimación de Cuba como parte de la comunidad latinoamericana, y ejemplo de resistencia. Y en su seno se ha expresado la solidaridad continental y la condena frente a la genocida política de bloqueo, en consonancia con la condena de la comunidad internacional en Naciones Unidas, que  cada año reporta una votación abrumadora en  contra de esa política. Ese esfuerzo  también preparó el escenario del  regreso de Cuba.

En ese sentido, la Declaración de la Habana de la II Cumbre de la Celac, rechazó expresamente la inclusión de Cuba en la “Lista de Países Terroristas”.  Pero además, se ha comprometido en problemáticas mas cercanas a nuestros pueblos como la erradicación del colonialismo en la región, la solidaridad con los países enfrentados a campañas de las empresas trasnacionales, la alineación en torno a Argentina en su reclamo por las islas Malvinas, la defensa del derecho soberano de los Estados de disponer de sus recursos naturales, de gestionarlos y regularlos.

Un momento crucial que también ha preparado el escenario de la Cumbre de Panamá, fue la firma en La Habana de la Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Con una importancia que perdurará en el tiempo, por el ejemplo que da la región en una época de alta conflictividad bélica a nivel global, la proclama ratifica los principios del derecho internacional, en particular la no amenaza ni el uso de la fuerza; y destaca en varias partes el derecho de los estados a dotarse de sus propios regímenes políticos, económicos  sociales.

Otro desafío planteado a Obama y en definitiva al proyecto hegemónico imperial de Estados Unidos es el establecimiento del foro CELAC-China, que no se restringe a la cooperación en los ámbitos del comercio y la economía sino que abre también la posibilidad de un diálogo político.

El politólogo argentino Atilio Borón resumía así la evolución de Latinoamérica, antes tradicionalmente sumisa: “¿Alguien podría haber creído, cuando en el 2005 George W. Bush llegaba a Mar del Plata para imponer el ALCA, que un gobierno latinoamericano –el de Ecuador– podría desalojar a los militares estadounidenses de la base de Manta u otorgar asilo diplomático a Julian Assange, el enemigo público número uno de Estados Unidos (junto con Edward Snowden) sin correr la misma suerte que Jacobo Arbenz, Juan Bosch o Salvador Allende en Chile? Cambia, todo cambia, recordaba la gran Mercedes Sosa” (14).

Panamá: discursos y resultados


Cuando parecía que nada podría aguarle la fiesta a Latinoamérica, que tanto había peleado por el regreso de Cuba al concierto hemisférico, un giro de la política exterior norteamericana cambió los ánimos de cara a la Cumbre de Panamá. Un mes antes de la cita, Obama emitía una declaración de emergencia nacional contra Venezuela por considerarla una amenaza a su seguridad. La historia más reciente de guerras preventivas, que a menudo se han avanzado con este tipo de declaraciones, y la particular historia intervencionista de Estados Unidos  hacia la región, pusieron en alerta a América Latina, y la solidaridad con el gobierno venezolano no se hizo esperar. Sobre todo, después de la poderosa y eficaz ofensiva diplomática bolivariana, ya sea por las redes sociales o los canales tradicionales, para denunciar la declaración y pedir la firma de millones de personas que exigieran la derogación del decreto. Al reclamo se sumaron los foros de concertación regional y mecanismos de integración como el ALBA-TCP y UNASUR.

El tema de Venezuela se convirtió, junto con el regreso de Cuba, en punto central de los discursos de los presidentes reunidos en Ciudad de Panamá, a pesar de las advertencias de Roberta Jacobson, la secretaria de Estado adjunta para Asuntos Hemisféricos, que había declarado que el caso de Venezuela no sería discutido, en otra muestra de la prepotencia y la habitual impunidad con que hasta ahora los Estados Unidos habían manejado estos foros.

Pero ante el avance de la reacción internacional y continental, la Casa Blanca tuvo que aclarar, previamente a su llegada a Panamá, que el decreto no había que tomarlo al pie de la letra porque era simple burocrácia. Y como estrategia de compensación, anunció que se estaba trabajando para eliminar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

Según Arkonada, buscando el equilibrio interno, el tachar de la lista negra a Cuba obligaba a tener otro enemigo externo, en este caso Venezuela, en un enroque en la política exterior hacia America Latina y el Caribe que probablemente supone el inicio del fin de la era Obama en el subcontinente por subestimar el avance que se ha dado en los últimos años en la unidad e integración latinoamericana, aun entre países y proyectos políticos y económicos muy diferentes (15).

Resultado: La repulsa al decreto fue unánime en Panamá.

Raúl Castro: “Venezuela no es ni puede ser una amenaza a la seguridad nacional de una superpotencia como los Estados Unidos. Es positivo que el Presidente norteamericano lo haya reconocido. Debo reafirmar todo  nuestro apoyo, de manera resuelta y leal, a la hermana República Bolivariana de Venezuela, al gobierno legítimo, a la unión cívico-militar que encabeza el Presidente Nicolás Maduro, y al pueblo bolivariano y chavista que lucha por seguir su propio camino y enfrenta intentos de desestabilización y sanciones unilaterales que reclamamos sean levantadas, que la Orden Ejecutiva sea derogada, lo que sería apreciado por nuestra Comunidad como una contribución al diálogo y al entendimiento hemisférico”. (16)

Cristina Fernández, presidenta de Argentina: “Realmente resulta absolutamente inverosímil, casi rayando en lo ridículo, que no solamente Venezuela, sino cualquier país de nuestro continente pueda resultar una amenaza para la mayor potencia del mundo”. (17)

Dilma Rousseff, presidenta de Brasil: “El buen momento de las relaciones hemisféricas ya no admite las medidas unilaterales y políticas de aislamiento. En general, son contraproducentes e ineficaces. Por ello rechazamos la adopción de sanciones contra Venezuela. El cuadro en ese país hermano pide moderación y acercamiento de posiciones de todas las partes, y es con ese propósito que Unasur trabaja para acompañar y apoyar el diálogo político entre el gobierno y la oposición de Venezuela, y tratamos de contribuir para el pleno respeto por todos al estado democrático de derecho”. (18)

Tabaré Vázquez, presidente de la República Oriental del Uruguay:  “Digámoslo breve y claramente: Tal como ya lo hemos expresado en otros ámbitos bilaterales o multilaterales como la Unión de Naciones  Suramericanas (UNASUR) y la organización de Estados Americanos (OEA), rechazamos el decreto ejecutivo del Gobierno de EE.UU., aprobado el 9 de marzo, que habla bien de nuestro compromiso, con plena vigencia del derecho internacional, la solución pacífica de las controversias y el principio de no intervención en asuntos internos de otros países”. (19)

Salvador Sánchez Cerén, presidente de la República de El Salvador: “No puedo dejar de señalar las recientes medidas tomadas por Estados Unidos respecto a Venezuela, que han elevado la tensión entre ambas naciones. Dichas medidas también tienen consecuencia en el clima de paz y convivencia que hemos venido promoviendo en el hemisferio. Es importante recordar que, en toda nuestra historia, ninguna medida unilateral de un Estado contra otro ha dado muestra de resolver problemas, muy por el contrario, los ha agudizado. Por lo tanto, bajo esa premisa, y apelando al principio de autodeterminación de los pueblos, consideramos que la reciente orden ejecutiva sobre Venezuela debería dejarse sin efecto”. (20)

La agresión contra Venezuela es parte de un objetivo estratégico más amplio que pasa por desestabilizar a los países del ALBA y desplazar acuerdos como Petrocaribe, que agrupa a países centroamericanos y caribeños que tienen suministro de petróleo venezolano. No es casualidad que Obama se reuniera con el Caricom justo antes de viajar a Panamá, dentro de una estrategia definida como Iniciativa por la Seguridad Energética del Caribe.

Y si bien el núcleo bolivariano es objetivo de primer rango en esta ofensiva, el segundo anillo progresista también es parte de esta ofensiva política. De ahí que la unidad es clave para impedir futuras ofensivas. La Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos por la que se ha regido la era Obama coloca a Brasil como un “centro de influencia emergente” al que solo le superan en prioridades China, India y Rusia, además de “guardián de un patrimonio ambiental único y líder de los combustibles renovables”. No es casualidad por tanto que la mayor parte de bases militares estadounidenses se encuentren rodeando la Amazonia. Argentina también es mencionada de manera explícita en dicha Estrategia en cuanto a país miembro del G20, y probablemente algún día leeremos en documentos desclasificados el vínculo entre la CIA y los fondos buitre que atentan contra la soberanía política y económica de este país (21).

Si bien algunos medios han querido presentar el tema venezolano como el obstáculo para la consecución de una declaración en Panamá, los números me reafirman en este criterio: que 33 de los 35 jefes de Estado y de Gobierno estuvieran de acuerdo en que en la declaración final se incluyera un punto para exigir la derogación por parte de Estados Unidos del decreto presidencial que declara a Venezuela como una amenaza para la seguridad de los estadounidenses muestra el consenso y la unidad de una América contraria a los designios imperiales.

Por su parte, el otro amplio y esperado consenso fue la bienvenida a Cuba en el conclave hemisférico, con el mayoritario reconocimiento a la resistencia de su pueblo frente a agresiones, terrorismo de estado, bloqueos y aislamientos.

Rafael Correa calificaba el hecho como un evento histórico y apuntaba: “En un triunfo irrestricto de la dignidad, la soberanía y la solidaridad entre los pueblos, acogemos a la hermana República de Cuba como un miembro de pleno derecho de este foro del que nunca debió ser excluida” (22).

En unas emotivas palabras, Cristina recordaba: "Cuba está aquí, porque luchó por más de 60 años con una dignidad sin precedentes, con un pueblo, que como recién lo indicaba Raúl, el 77 por ciento nació bajo el bloqueo, que sufrió y sufre aún muchísimas penurias, y porque ese pueblo fue conducido y dirigido por líderes que no traicionaron su lucha, sino que fueron parte de ella" (23).

Si algo pudo comprobar Barack Obama en fechas recientes fue la dimensión continental, sin fisuras, del apoyo que la Revolución Cubana ha logrado consolidar en esta parte del mundo y, por añadidura, en el concierto internacional.

Para Obama hubo otros momentos incómodos. Evo Morales contrapuso otra vez los dos proyectos para la Américas y le exigió directamente terminar con la visión del continente como patio trasero. “Hoy día, la historia se escribe con nuestros pueblos. Nuestra América Latina y el Caribe ha vivido secuestrada política, económica y militarmente por la potencia imperial a partir de la definición norteamericana Monroísta: «América para los norteamericanos». No queremos más Monroes en nuestro continente, ni más doctrina Truman, ni más doctrina Reagan, ni más doctrina Bush. No queremos más decretos presidenciales ni órdenes ejecutivas declarándonos como amenazas a su país. No queremos que nos vigilen, que nos pinchen nuestros celulares, o que secuestren aviones presidenciales. ¡Queremos vivir en paz, déjennos vivir en paz!” (24)

Y Correa se refirió al fracaso del Panamericanismo: “La Organización de Estados Americanos (OEA) ha sido históricamente capturada por intereses y visiones de América del Norte, y sus sesgos y atavismos acumulados la vuelven ineficiente y poco confiable para los nuevos tiempos que viven Latinoamérica y el Caribe. Un ejemplo fue la guerra de las Malvinas, donde se destrozó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, el TIAR, lo cual debió ser suficiente para que la OEA desapareciera. Nuestro abrazo solidario al pueblo argentino y su lucha por las Malvinas, ejemplo descarado de colonialismo en el siglo XXI”. (25)

Por su parte, Obama eludió la historia y apostó por una nueva relación desde el punto cero. "La Guerra Fría acabó hace mucho tiempo, y no me interesa continuar en batallas que empezaron antes de que yo naciera" (26).

Después de la intervención de Raúl y antes que hablara el presidente venezolano Nicolás Maduro, Obama salió de la plenaria, algo que fue interpretado como una arrogancia. En otros momentos de la historia, eso hubiera significado el fin de la reunión. Pero en Panamá la sesión siguió. Se me antoja símbolo de los nuevos tiempos.

En un balance de los resultados de la Cumbre, para Atilio Borón la crítica frontal y la didáctica franqueza, inusual en este tipo de almibarados cónclaves, con que algunos mandatarios: Raúl Castro, Rafael Correa, Evo Morales y Cristina Fernández historiaron y denunciaron el saqueo practicado por el imperialismo en la región, su permanente desestabilización de gobiernos democráticos y populares y la incoherencia de la postura norteamericana, es un saldo muy positivo.

Sin embargo, alerta sobre otros puntos inconclusos en la agenda: no se pudo discutir sobre las bases militares, las migraciones, la indiferencia ante la destrucción del medio ambiente, etcétera.

“La obstinación de Washington de no querer oír sino lo que le dicen sus asesores y los lamebotas intelectuales y políticos del imperio se puso de nuevo en evidencia cuando Obama abandonó el recinto poco después de escuchar el rotundo y fundado discurso del presidente cubano” (27).

A manera de conclusión

Primera conclusión: el bloque de 33 países que componen la Celac –Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños– quedó fortalecido tras la reunión de Panamá. Tal como afirma Juan Manuel Karg, el abandono del recinto por parte del presidente Obama antes de que interviniese la mayor parte de sus colegas latinoamericanos, e inmediatamente antes de que lo hicieran Cristina Fernández de Kirchner y Nicolás Maduro, se transformó en el símbolo de su incapacidad para dirigir un espacio que había creado con ese fin, allá por 1994. Así, el país que en décadas previas fue “amo y señor” de este tipo de encuentros, se vio compelido a adoptar una actitud aparentemente arrogante, pero también defensiva.

Segunda conclusión: en la misma lógica expuesta por Karg, habría que apuntar que Cuba no regresó cabizbaja al cónclave. El presidente cubano fue contundente en su explicación sobre la política de Washington de cara a la isla, a nivel histórico. Recordó que en la guerra de la independencia los EE.UU. “entraron como aliados, y se apoderaron del país como ocupantes”. Luego manifestó que las penurias que produjo el bloqueo provocaron un mayor apoyo al modelo político, económico y social vigente en la isla desde 1959. Así, dijo que “el 77 por ciento de los cubanos nació bajo el bloqueo. Pero el hostigamiento trajo más revolución”. Por último, dio cuenta de la derrota del ALCA, la propuesta de libre comercio cuyo desarrollo se pergeñó precisamente en la Cumbre de las Américas, al afirmar que “el ALCA naufragó en 2005 en Mar del Plata bajo el liderazgo de Chávez, Kirchner y Lula”.

Tercera conclusión: la crítica a la orden ejecutiva proclamada por Obama, considerando a Venezuela una amenaza para Washington, se apoderó de buena parte de las intervenciones. Es decir: trastrocó una reunión cuyo punto esencial iba a ser la foto Obama-Castro. Cristina Fernández de Kirchner fue contundente: “Lo primero que hice fue reírme. ¿Una amenaza? Es inverosímil”, dijo primero, para después afirmar que “es una pena que esta cumbre se vea ensombrecida por esa decisión. Ese decreto debe ser dejado de lado”. Luego fue el propio Nicolás Maduro, quien llevó 11 millones de firmas al encuentro, el que sentenció que “este decreto se mete en la vida interna de Venezuela”. Tras ello, Maduro clarificó que busca una resolución diplomática del tema, al decir: “Le tiendo la mano, presidente Obama, para que resolvamos el tema sin intervención en asuntos internos”.

Cuarta conclusión: la ausencia de una declaración final marca el descontento de EE.UU. y Canadá con los ejes centrales de la reunión, algo similar a lo que sucedió en Cartagena de Indias, Colombia, durante 2012. “Si bien Obama logró la foto que quería junto a Raúl Castro –escribe Juan Manuel Karg–, y aprovechó los días previos para reunirse con los países del Caribe nucleados en Caricom –en vías a intentar debilitar la hegemonía venezolana en la zona a través de Petrocaribe–, podemos decir que el hecho de que no exista un documento final marca las divergencias entre el bloque Celac y los países de América del Norte, que se opusieron a posicionarse sobre el decreto ejecutivo contra Venezuela”. Dos cumbres consecutivas sin posicionamiento conjunto.

Diversos interrogantes quedan planteados luego del cónclave panameño, rumbo a la reunión de Perú 2018 (siempre, por cierto, en países aliados a los Estados Unidos –Colombia, Panamá, Perú–, que sin embargo, no pueden orientar los consensos en la dirección apetecida por Washington, el principal convocante): ¿hasta qué punto la Cumbre de las Américas marcará el pulso de las discusiones regionales, si el bloque Celac ya arriba a dichas reuniones con consensos previos?; para ello habrá que observar los posibles cambios políticos en el escenario regional de cara a la próxima Cumbre de las Américas. Por otra parte, ¿podrá EE.UU. lograr una mayor afinidad con los países del Caribe, siempre rebeldes a pesar de su debilidad económica, a través de Caricom?

Como sea, aun luego de cambiar su histórica política de hostilidad hacia Cuba –y de sustituirla por otra que no renuncia, sin embargo, al derrocamiento del sistema socio económico elegido por la isla–, el escenario regional sigue siendo muy complejo para EE.UU. Al fin y al cabo, tras la aparición de nuevas herramientas integracionistas –Unasur, Celac y ALBA/Petrocaribe– la Cumbre de las Américas sigue siendo heredera de una etapa previa de la región: aquella del “Consenso de Washington”, derrotado precisamente diez años atrás en Mar del Plata. 


Bibliografía:

1-    América abre un nuevo ciclo historico. http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/11/actualidad/1428776025_872280.html
2-    América abre un nuevo ciclo historico. http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/11/actualidad/1428776025_872280.html
3-    Garcia Lorenzo, Tania y Luis Suarez Salazar: Las relaciones interamericanas durante la posguerra fría en Las Relaciones intermericanas: continuidades y cambios.
4-    Garcia Lorenzo, Tania y Luis Suarez Salazar: Las relaciones interamericanas durante la posguerra fría en Las Relaciones intermericanas: continuidades y cambios.
5-    Garcia Lorenzo, Tania y Luis Suarez Salazar: Las relaciones interamericanas durante la posguerra fría en Las Relaciones intermericanas: continuidades y cambios.
6-    La Cumbre de las Américas. El Nacional. 21 de abril de 2001.  http://www.venezuelatoday.org/01-04-26_es.htm
7-    Hernandez, Jorge: Obama, el proyecto de dominación y la redefinición de la política latinoamericana de Los Estados Unidos. En Cuba. La Integracion latinoamericana y del Caribe.
8-    Wallerstein, Inmanuel: ¿Hacia dónde se dirige el mundo? En Estados Unidos. La crisis sistémica y las nuevas condiciones de legitimación. Colectivo de autores. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Siglo XXI editores, primera edición, 2010.
9-    Arkonada, Katu: Estados Unidos: la hegemonía no termina de morir, la fase de dominación ya ha comenzado. http://www.telesurtv.net/bloggers/Estados-Unidos-la-hegemonia-no-termina-de-morir-la-fase-de-dominacion-ya-ha-comenzado-20150506-0002.html
10-    Arkonada, Katu: Estados Unidos: la hegemonía no termina de morir, la fase de dominación ya ha comenzado. http://www.telesurtv.net/bloggers/Estados-Unidos-la-hegemonia-no-termina-de-morir-la-fase-de-dominacion-ya-ha-comenzado-20150506-0002.html
11-    Entrevista. Luis Suarez Salazar: El futuro es un campo de batalla. http://www.cubahora.cu/del-mundo/el-futuro-es-un-campo-de-batalla
12-    Entrevista. Luis Suarez Salazar: El futuro es un campo de batalla. http://www.cubahora.cu/del-mundo/el-futuro-es-un-campo-de-batalla
13-    Entrevista. Luis Suarez Salazar: El futuro es un campo de batalla. http://www.cubahora.cu/del-mundo/el-futuro-es-un-campo-de-batalla
14-    Hernandez, Jorge: Obama, el proyecto de dominación y la redefinición de la política latinoamericana de Los Estados Unidos. En Cuba. La Integracion latinoamericana y del Caribe.
15-    Arkonada, Katu: Estados Unidos: la hegemonía no termina de morir, la fase de dominación ya ha comenzado. http://www.telesurtv.net/bloggers/Estados-Unidos-la-hegemonia-no-termina-de-morir-la-fase-de-dominacion-ya-ha-comenzado-20150506-0002.html
16-    Nuestra América con Cuba y Venezuela. La Calle del Medio No 84. Abril, 2015.
17-    Nuestra América con Cuba y Venezuela. La Calle del Medio No 84. Abril, 2015.
18-    Nuestra América con Cuba y Venezuela. La Calle del Medio No 84. Abril, 2015.
19-    Nuestra América con Cuba y Venezuela. La Calle del Medio No 84. Abril, 2015.
20-    Nuestra América con Cuba y Venezuela. La Calle del Medio No 84. Abril, 2015.
21-    Arkonada, Katu: Estados Unidos: la hegemonía no termina de morir, la fase de dominación ya ha comenzado. http://www.telesurtv.net/bloggers/Estados-Unidos-la-hegemonia-no-termina-de-morir-la-fase-de-dominacion-ya-ha-comenzado-20150506-0002.html
22-    Nuestra América con Cuba y Venezuela. La Calle del Medio No 84. Abril, 2015.
23-    Nuestra América con Cuba y Venezuela. La Calle del Medio No 84. Abril, 2015.
24-    Nuestra América con Cuba y Venezuela. La Calle del Medio No 84. Abril, 2015.
25-    Nuestra América con Cuba y Venezuela. La Calle del Medio No 84. Abril, 2015.
26-    Nuestra América con Cuba y Venezuela. La Calle del Medio No 84. Abril, 2015.
27-    Atilio Boron: Panamá, un primer balance. http://www.celag.org/panama-un-primer-balance-por-atilio-boron/

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